miércoles, 9 de diciembre de 2009

UNa tarde de cine

Recuerdo que cuando era niño, mi padre me llevaba a aquellas sesiones matinales de "cine mudo" de los Domingos a la mañana. El cine "Santa Cruz", así se llamaba, era uno de esos locales viejos con olor añejo, que te hacían sentir especial cuando te sentabas en sus butacas, sobretodo cuando te dedicabas a escarbar en los agujeros que lentamente iba taladrando la polilla. Allí no había palomitas de maíz, ni coca colas, y siempre teníamos a nuestra vera la linterna amiga del acomodador que con su gorra de plato nos alumbraba el camino por el pasillo. Así que, mientras mis amigos del barrio se iban a la iglesia, yo me iba al cine. Creo que es esa y no otra, la razón de mi posterior agnosticismo, y de mi creciente afición por el "Séptimo Arte". Con todo, fue la mía una infancia feliz, imbuida de las películas en blanco y negro de "Charlot" (entonces le conocíamos por ese nombre), y de las acrobacias de Harold Lloyd. Mención aparte merecen los inefables que tantos y buenos momentos me hicieron pasar, Stan Laurel y Oliver Hardy, "El Gordo y el Flaco", el maravilloso Buster Keaton, o "Los hermanos Marx", hoy desgraciadamente semiolvidados tanto por la crítica como por el público. Y digo "semiolvidados", porque aunque a veces algún canal de televisión se acuerda de ellos, por ejemplo de "Un día en las carreras", o de "El maquinista de la general", suele estar ese recuerdo tan desprovisto del cariño de antaño que dichos pases acostumbran a pasar desapercibidos. En fin.

domingo, 15 de noviembre de 2009

DOS HOMBRES, DOS NOMBRES

Johann Wolfgang Goethe trazó una «W» sobre la manta que lo arropaba poco antes de morir y casi cien años después, Orson Welles pronunció unas enigmáticas sílabas en su lecho de muerte, las de un nombre que a su vez había sido utilizado por el propio director de niño para bautizar el trineo de su infancia. ¿Coincidencia de dos genios o grotesco destino? ¿Conocía Welles los avatares que rodearon la muerte de Goethe?. Es posible que sí, que el magistral director fuera conocedor tanto de la vida como de la muerte del genial poeta y dramaturgo, así como de las eventualidades que rodearon su imagen. No en vano, el carácter monolítico, estático y solemne del «padre» de Werther, a decir de Ortega y Gasset, podría perfectamente firmarlo la personalidad del «padre» del cine moderno. Ambos descubren en sus obras a personajes brillantes y vitalistas, marcados por su nacimiento y por la instrucción que habrían de recibir en su juventud. Ambos sabían y eran conscientes de ser unos genios y como tales se aceptaban. Cada uno en su disciplina, provocaron la perenne fascinación de ser excepcionales en todos los sentidos, ya que para un genio las cosas suceden de una forma fluida y suele dar por sentado su inmortal condición desde su propia naturalidad. Fueron surgiendo de esa manera obras como Penas del joven Werther, conjunto de escritos que a pesar de no haber sido configurados en un principio por Goethe como un todo integral indivisible, en 1774 aparecieron como novela, y Ciudadano Kane, paradigma del cine contemporáneo, tanto por la temática que desarrolla como por la ejecución de sus planos en donde Orson Welles desborda maestría y oficio como pocas veces se había visto hasta entonces. La obra de Goethe, que vería prohibida su difusión en España por ser considerada «análoga a otras recogidas y condenadas por el Santo Tribunal de la Inquisición», debe su éxito a haber sabido conjugar como pocas la sensibilidad y el talante de una época marcada por el desarrollo de la Ilustración. Si al Cándido de Voltaire se le considera el símbolo filosófico-literario de una actitud ante la vida, Penas del joven Werther pasa por ser justo lo contrario, en definitiva «las sombras de la pasión» frente a «las luces de la razón», o por decirlo de otra forma, la lógica francesa frente a la candidez germana. En cierto modo, el filme Ciudadano Kane está impregnado de idéntico romanticismo, algo que se ve desbordado en dos momentos de la película, dos instantes que coinciden con el momento clave en el que Orson Welles pronuncia la palabra sobre la que tanto se ha escrito. Mejor dicho, Welles la pronuncia en uno sólo de ellos, ya que en otro, lo que se visiona es un viejo trineo con dicha palabra grabada en su lateral consumiéndose por el fuego. ¿Qué mensaje quiso trasmitir el genial director? Es posible que nunca lo sepamos, de igual forma que desconocemos el verdadero motivo por el que Goethe a la edad de 26 años decide partir para Weimar, la pequeña ciudad en la que habría de residir el resto de sus días como cortesano, hombre de estado y poeta, que es como realmente nos interesa conocerlo. No es Ciudadano Kane una película fácil de ver aún a riesgo de parecer lo contrario, como tampoco Penas del joven Werther parece a simple vista una obra de cómoda lectura. Si cabe, ambas fueron concebidas en su juventud por dos espíritus indestructibles que vieron pasar la vida como una exhalación a su lado. Sólo cuando Goethe, después de trazar con sus dedos una «W» sobre la manta que le cubría, posiblemente la inicial de su particular Prometeo, o la de la indestructible Weimar, muere en una mañana del 22 de marzo, y cuando Orson Welles escupe con olor mancillado la palabra Rosebud sobre el objetivo de la cámara, uno tiene la sensación de ser partícipe inconsciente de un secreto que va más allá del inicialmente creado por sus ascendientes

sábado, 7 de noviembre de 2009

Bartlebly el enigmático

"Todos somos Bartlebly" parece querer decirnos Enrique Vila-Matas en su espléndida obra Bartlebly y compañía que editada por Anagrama, confirma lo que ya casi todos sabíamos: que aún es posible escribir y editar literatura de alta calidad al margen de modas y grupos. Y "todos somos Bartlebly", porque cuantos sufrimos en nuestras carnes desde nuestra infancia el gusanillo de la escritura, vamos descubriendo con el tiempo que no estamos tan solos como pensábamos, y lo más importante, que no éramos unos bichos raras. Y al igual que Bartlebly, el fascinante personaje que creara Melville, o Adrián, el enigmático protagonista invisible de la última novela de José María Merino, en la que algunos críticos han querido ver la esencia misma de la meta-literatura, como contrapunto a la meta-poesía, o a la meta-pintura, o a la..., recorremos nuestra particular travesía por el desierto en soledad, pero en la oscura compañía de aquellos que nos precedieron en este singular oficio. La historia de la literatura ha dejado para la posteridad infinidad de "bartleblis más o menos anónimos", como Vila-Matas gusta contarnos. No vamos a extendernos ahora en ellos, que para este viaje no necesitamos alforjas, y sería manido el ponernos ahora a glosar las excelencias de Rulfo, Salinger o Tom Wolfe inclusive. Pero sí que es cierto que hay quienes ven en semejantes silencios una más que preocupante corriente en la que se ven envueltos desde los tradicionales "negros literarios" (no se asusten, todos sabemos que existen) hasta los más indolentes editores, pasando, por supuesto, por la orla del autor y su obra, para quien tanta disquisición y penuria intelectual las más de las veces le trae al fresco. No nos engañemos: al igual que hay autores que escriben tanto con la mano derecha como con la izquierda, según el editor y el lector a quienes vaya dirigido su libro, también los hay que optan en un momento de sus vidas por el silencio como privilegio narrativo. Y Vila-Matas ha sabido verlo en toda su dimensión, que no es otra que la de quien en algún momento de su vida se ha sentido un "bartlebly" . Así, semejante gracia abandona el terreno de lo propio y pasa con todos los derechos a engrosar la larga lista de los epítetos. Y mostrando lo mejor de sí mismo, que no siempre se encuentra en lo escrito, sino que ha menudo está en lo no-escrito, se convierte en una forma de ver y de entender la literatura, alejada de corrientes y tendencias, y lo que resulta más juicioso, de las desafortunadas críticas de aquellos / as, que siendo incapaces las más de las veces de escribir nada creativo, dedican su pluma a la ingente labor de desprestigiar la ajena, que casi siempre resulta más atractiva que la suya propia. Por eso, "todos somos Bartlebly", y como tal deberíamos de comportarnos más a menudo. Y si esto nos resulta especialmente doloroso, cuando menos reposemos el tiempo suficiente para leer Bartlebly y compañía, y por qué no, a continuación Bartlebly el escribiente, relato que descubriera con apenas veinte años, y que me deslumbrara, me imagino, casi tanto como debió de hacerlo a Enrique Vila-Matas.

martes, 27 de octubre de 2009

Ha vuelto a suceder

Ha vuelto a suceder. Una vez más le han concedido el nacional de Literatura a una novela escrita en euskera y no traducida al castellano. Ha vuelto a suceder. Y uno, desde su humildad de observador y a la vista de las otras candidatas se pregunta: ¿cuántos de los miembros del jurado saben euskera?. Ha vuelto a suceder. Uno desde su inocencia, se cuestiona ¿tanto es el poder que tienen los lobbys en este país que un año le otorgan el Premio a un autor “del cine” sólo para contentar a la ministra del ramo, y ahora a un autor vasco por una obra escrita en su lengua vernácula?. Ha vuelto a suceder, y créanme, a uno se le queda una cara de gilipollas igual que las que le debieron quedar a ustedes, los lectores. Pero parece que este no es un hecho exclusivo del nacional de Literatura, ni mucho menos. No hace muchos días, con motivo de la concesión de los Premios de la Critica de Asturias, “alguien” filtró la rabieta de uno de los finalista por no haber ganado dicho Premio con anterioridad. Parece ser que su pataleta tuvo éxito, y su novela se alzo con la estatuilla de Jaime Herrero. ¿Era la mejor de las presentadas?. Posiblemente no, pero nunca lo sabremos por ser este un juicio subjetivo. Pero una vez más, ha vuelto a suceder. Que lástima para la literatura. Por cierto, ¿saben ustedes quien mató a Laura Palmer?

sábado, 24 de octubre de 2009

La divisa en la torre


Antonio Pereira
La divisa en la torre
Alianza – 2007 – 252 páginas

Un referente del relato breve


Villafranca del Bierzo significa para Antonio Pereira, poeta , autor de relatos y sobretodo “contador de historias”, (fallecido recientemente), algo así como Lisboa para Pessoa, Comala para Rulfo o Celama para su paisano Luís Mateo Díez. Villafranca del Bierzo es ese territorio mágico en el que el genial escritor leonés reúne y da forma a todos sus personajes, todas sus vivencias, todos sus sueños literarios. Dice Antonio Pereira, leonés o berciano, como a él le gusta ser considerado, que “escribir un cuento es tener una buena historia contada con brevedad, intensidad y trascendencia”, algo que le ha convertido en uno de esos referentes literarios de primer orden y en un maestro del relato breve o hiperbreve en una comarca que vio nacer autores como el mencionado Luís Mateo Diez, José María Merino o Juan Pedro Aparicio, escritores que posteriormente cultivarían con mayor o meno éxito dicho género. (Conviene hacer un inciso y recordar que no ha sido nuestro país precisamente cuna de grandes autores de dicha variedad literaria, a diferencia del Cono Sur Americano. Si acaso, y salvando las distancias en cuanto a extensión y contenido, Ignacio Aldecoa, como no). Pero si posiblemente el tener más edad le ha impedido a Antonio Pereira formar parte de dicha generación, acercándole más a esa otra de escritores respetables y respetados (Francisco Ayala, José Luís Sampedro), que ya entrados en edad provecta gozan de las mieles de la critica, ha sido dicha condición unida a su militancia berciana la que le ha hecho ser inductor intelectual del llamado filandón, uno de esos términos con los que hoy en día se refieren al microrrelato. Su último libro publicado, que es la excusa que nos ha traído hasta aquí, La divisa en la torre, está formado por aproximadamente unos sesenta relatos breves, algunos de no más de una página, y se puede decir aún a riesgo de pecar de inexactitud que se tratan de sus cuentos más autobiográficos. En ellos, Antonio Pereira rinde homenaje a sus seres más queridos, poetas muchos de ellos: Gil de Biedma, Carlos Barral, Álvaro Cunqueiro, y su gran amigo Antonio Gamoneda. “Estoy convencido que se hablará mucho del poeta” dice en Los cuadros del psiquiatra, como anticipando todo cuanto le habría de venir al poeta astur-leones, Premio Cervantes 2006. Es probable también que algunos relatos levanten cierto resquemor. Ya veremos. Lo cierto es que en La expectativa se dibujan pinceladas literarias que repasan la historia de la transición, la que fue y la que pudo ser, la que nos contaron nuestros mayores, por supuesto, fabulada por su afilada pluma, mientras que otros cuentos, los mas divertidos, nos recuerdan haciéndole un curioso guiño al destino que las tertulias literarias no son patrimonio de Café alguno, o nos relatan alguno de sus múltiples viajes con motivo de sus innumerables intervenciones literarias.



La divisa en la torre no es una antología de cuentos, pero tampoco es una novela, sino que todos sus relatos forman una unidad continuación de sus Cuentos de la Cabila. Son vivencias del autor narradas de una forma desenfadada, como su encuentro con Basilio Baltasar en La Casona de Verines, o con Don Camilo José Cela en el Parador de su pueblo, contadas, digo, desde el humor y el amor por la buena literatura: la que suele trasmitirse oralmente de padres a hijos al calor de la lumbre. (Así precisamente nacieron los filandones). Podría decirse que a diferencia de Los cuentos de la Cabila en donde el autor se volcaba en la infancia y la adolescencia, ahora el narrador es un hombre hecho y derecho, consciente de su edad y de su legado literario. Por eso La divisa en la torre (el propio titulo resulta enigmático y significativo donde se nos anticipa lo que vamos a leer) supone a su modo su testamento literario. Dice el propio Pereira cuando se refiere al género del cuento, que él no lo elige, que es el relato el que elige el autor. Toda una declaración de intenciones. Es de agradecer esta edición de La divisa en la torre, pero sería bueno para la literatura, que se recuperase y divulgase el resto de su obra. El dulce momento que vive el relato breve hace merecedor a Antonio Pereira de una segunda oportunidad dada la escasa difusión de su obra. Al fin y al cabo como él mismo ha reconocido, aún le queda mucho por contar.

sábado, 27 de junio de 2009

Entrevista de Luis García para Siglo XXI

Sábado, 27 de junio de 2009

Entrevista de Luis García por Gabriel Ruiz Ortega para SIGLO XXI

“Hace muchos años que he optado por no reseñar aquellos libros que no me gustan. encillamente los aparto”

Luis García


CARTAS DEL NORTE (Literaturas.com – Libros, 2006) es el libro de ensayos literarios del escritor español Luis García (Oviedo, 1962). En sus páginas notamos la impronta de un autor inteligente y leído, su estilo es envolvente, como un fino estilete que de a pocos nos va revelando la esencia de la perdurabilidad de una novela, cuento o poemario, ofreciendo un constante diálogo de complicidades entre el escritor y lector. García es el Director de Contenidos de Literaturas.com, la web literaria en castellano más visitada, y también administrador del blog Las cartas del norte (http://lascartasdelnorte.blogspot.com/)

Gabriel Ruiz-Ortega / Siglo XXI

Por el título de tu libro, CARTAS DEL NORTE, podemos percibir que fue escrito bajo el ánimo de cierta intimidad hacia el lector.

Sí, esa era la idea. Yo escribía desde Asturias para un diario andaluz, El Correo de Andalucía. Así nacieron las Cartas del Norte, y he de confesar que el titulo no fue idea mía, más bien de José Luna Borge, quien dirigía por aquel entonces el suplemento literario La Mirada. También he de confesar que no era mi intención que mantuviera ese carácter unitario que después di en forma de libro, supongo que poco a poco las “cartas” fueron naciendo solas, se fueron configurando una tras otra hasta el resultado final. Aunque para publicar el libro he tenido que dejar muchas “cartas” en el cajón y he publicado solo aquellas que a mi parecer eran, digamos, las más literarias.

Se colige que escribes de los libros que te gustan.

Supongo que es más fácil escribir sobre aquellos libros o autores que te han marcado en tu vida. Por eso mis escritos son tan libres, escribo sobre Boris Vian, Rulfo, García Márquez, Julio Torri, Saramago…. De una manera quizás aparentemente muy anárquica. ¿Es más difícil hacerlo sobre un libro que no me llame la atención? Posiblemente no, todo es cuestión de oficio, aunque seguro que el crítico no pondrá idéntica pasión en ello. De hecho, hace tiempo que he tomado la determinación de no reseñar o escribir sobre aquellos libros que no me hayan gustado.

¿Y cómo definirías tu relación con la literatura?

¿Mi relación con la literatura? Supongo que es una mezcla de amor/odio, aunque suene a tópico. Lo cierto es que desde que recuerdo tener uso de razón (otro tópico) siempre me he visto leyendo, comprando libros, soñando…. Visitando asiduamente la biblioteca de mi ciudad, Oviedo, una de esas bibliotecas que suplían la escasez de libros con la comodidad que en ella sentíamos los que la disfrutábamos…. No sé si eso responde a tu pregunta. Pero si alguien me preguntara cuál es el primer recuerdo que de verdad tengo de mi relación con la literatura, este seria cuando cayó en mis manos un viejo ejemplar de LA MADRE de Máximo Gorki, que fui leyendo al calor de la cocina de carbón de mi abuela.

En el artículo “Novelas inéditas, novelas insólitas” das cuenta de la publicación de la novela LA FAMILIA FORTUNA, de Tulio Stella, que compitió en buena lid para alzarse con el II Premio Casa de América de Narrativa Innovadora, de la editorial Lengua de Trapo.

Tulio Stella tuvo su momento de gloria cuando consiguió el Premio de Novela Lengua de Trapo un año en el que el jurado pretendía dejarlo desierto. Creo que fue Vila Matas quien no se resignó y decidió “bucear” entre los innumerables manuscritos que había recibido la editorial hasta que descubrió una novela dividida en cinco partes (a la manera de 2666 de Bolaño). Después de aquello, Tulio Stella cayó en el ostracismo, o se convirtió en un nuevo Bartleby. Quién sabe….

Lo que hizo Vila Matas al “bucear” entre los manuscritos es interesante. Un acto de justicia. A veces los premios literarios se desdibujan porque no pesa tanto la calidad literaria, sino el nivel de relaciones de los agentes.

La historia de los Premios literarios, es muy curiosa. Yo puedo decir con moderado orgullo, que siendo pre-jurado de algún concurso literario, este siempre ha sido limpio. Al menos, hasta la selección final que el comité de lectura entrega al jurado. Lo que sucede después, cuando a este jurado le llegan cinco novelas, es otra historia. A mí personalmente no me molesta ese juego un tanto maquiavélico que hay entre editores, agentes y autores…. Al fin y al cabo la literatura es también una industria. Me molesta más, por ejemplo, cuando un escritor que gana un premio, al año siguiente se convierte en jurado de ese mismo premio para dárselo a quien se lo dio a él el año anterior, y así sucesivamente. Esto sucede con más asiduidad en la poesía, en donde la limpieza sí que brilla por su ausencia. Hay demasiadas capillas literarias, demasiados poetas y muy pocos premios. Y hay algunos renombrados críticos literarios y antólogos, empeñados en crear falsas escuelas literarias a golpe de talonario. Lo malo es cuando ese talonario lo pagamos todos, ya que siempre suele estar detrás alguna institución pública.

En este mismo capítulo también relatas la molestia de Luis Goytisolo, cuando era lector de Seix Barral, en relación a que nunca se haya publicado la novela LA GANDARA, que compitió en mesa con LA CIUDAD Y LOS PERROS.

LA GANDARA tiene una historia aún más peculiar. Yo conocía la historia por un artículo que había escrito Luis Goytisolo para ABC Cultural hace muchos años, y me impactó. Tanto fue así, que un buen día, meses después de hacerme eco de dicho artículo, y de escribir sobre LA GANDARA, al abrir el correo de mi ordenador me encontré un mail un tanto inquietante que venia a decir: “si quiere saber algo mas sobre LA GANDARA, llámame”. Y dejaba un número de teléfono de Barcelona. Resultaba que quien me había escrito era el abuelo del escritor de LA GANDARA, que estaba empeñado en publicar la novela, novela que por cierto conocía de referencia Luis Mateo Diez. Aquel hombre se ofrecía a enviarme un ejemplar para leerlo y para publicarlo en la incipiente editorial que habíamos creado en www.literaturas.com. Lamentablemente la novela había envejecido bastante mal y finalmente no se publicó, aunque dos años después llegó a estar en un catálogo de pre-publicaciones de Seix Barral. Continúa durmiendo en un cajón.

¿Quién era el autor? ¿A qué te refieres con el envejecimiento de LA GANDARA?

Ahora no recuerdo su autor, pero cuando hablo de envejecimiento me refiero a que se trataba de una novela de la posguerra civil española, ambientada en un opresivo ambiente rural. Me refiero a la forma que tenía de tratar a los personajes, la acción…. En fin. Sinceramente, preferiría haberme quedado con la intriga del artículo de Goytisolo. Era mucho más romántico.

Eres un conocedor de la actual narrativa española, ¿qué nombres te llaman la atención?

Actualmente estoy un poco desilusionado, quiero decir, que ya no me veo con aquella ilusión de hace veinte años cuando seguía lo que se llamaba la “nueva narrativa española”. Prefiero volver a los clásicos, y descubrir autores para mí inexplicablemente olvidados. Pero si tengo que dar algunos nombres, me quedo con Eugenia Rico, una escritora llamada a pasar a la historia de la literatura tanto por la forma de sus novelas como por lo que trasmite.Algún título de Rico que recomiendes.Eugenia Rico es una escritora especial, dotada de un talento como pocos escritores o escritoras actualmente. Así que recomendar algún titulo puede resultar difícil. Sin duda su última novela AUNQUE SEAMOS MALDITAS, es la mejor de todas, la segunda entrega de la tetralogía que sobre los cuatro elementos de la naturaleza se ha propuesto escribir. Pero como digo, se trata de una escritora que ya desde el comienzo de su carrera, desde LA EDAD SECRETA, o LA MUERTE BLANCA, apostaba por lo que hoy en día se denomina como “literatura fragmentaria”, esa que parecen haber inventado los Nocilla Dream y compañía. Y estamos hablando de hace muchos años….

Me parece muy interesante lo que hace Antonio Orejudo. Por ejemplo, su primera novela FABULOSAS NARRACIONES POR HISTORIAS está llamada a quedar.

Bien, FABULOSAS NARRACIONES POR HISTORIAS no la he leído, así que no puedo hablar de ella, aunque me consta que en su día tuvo muy buenas críticas. Sí que puedo hablar por ejemplo de VENTAJAS DE VIAJAR EN TREN, o de RECONSTRUCCIÓN, dos novelas muy dignas e interesantes. Es un autor, Antonio Orejudo, al que procuro seguir.

Y hablando de la crítica, pienso que la que se escribe, en medios y en la academia, debe ser tomada como una opinión más. Es absurdo que una mala reseña, en medios sobre todo, genere odios imperecederos.

Es y debe ser una opinión más. Hay que distinguir entre crítica académica y crítica de medios, llamada a conseguir que un lector se interese por un escritor o novela determinada. Aunque hay quienes sostienen que una crítica literaria solo interesa a quien la escribe y al escritor reseñado, en España también es cierto que una mala crítica no siempre gusta, y a veces causa como tú dices “odios imperecederos”. Pero como decía antes, yo hace muchos años que he optado por no reseñar aquellos libros que no me gustan. Sencillamente los aparto.

Eres el Director de Contenidos de Literaturas.com, con más de 150.000 visitas por mes. ¿Encuentras mayores ventajas de difusión en el medio virtual que en los tradicionales?

Todos tienen sus ventajas y sus desventajas. Los dos son compatibles y no excluyentes, como algunos medios se empeñan en defender (sobre todo medios de papel). Creo que los llamados medios virtuales están llamados a cohabitar con los tradicionales y que cada uno tendrá su espacio. ¿Más ventajas? La inmediatez, la rapidez, la interacción con autores, editores……..

Y para terminar, por la lectura de CARTAS DE NORTE se deduce también que te gusta ser un Bartleby.

Sí, es una figura que me encanta, me apasiona. Te voy a contar una anécdota. Cuando comencé hace años, en esto del periodismo cultural, logré entrevistar a Saramago (un 11 de septiembre del 2001, para ser más exacto). Bien, pues de aquella entrevista me quedó la leyenda de que Luis García no existía, que era un heterónimo de algún periodista de Madrid. En fin.

lunes, 8 de junio de 2009

Círculos Literarios: Algo más que un Club

En el peculiar e histriónico mundo de la literatura, surgen a veces iniciativas más o menos novedosas que no por inverosímiles llegan a materializarse de muy diversas maneras. Todos deberíamos recordar aquí la ingente labor de un insigne escritor, músico e inventor que, llamado a revolucionar con sus artes los entresijos culturales del París de la posguerra, habría de pasar a la leyenda de los inmortales merced a sus obras, su música o a las fehacientes labores en las que se encontraba inmerso en aquel entonces. Todos deberíamos recordar, y por qué no, reivindicar con fuerza el buen quehacer literario de Boris Vian y una de sus obras más preciadas, La espuma de los días, auténtico manifiesto revolucionario en el que ya se apuntaban los principios programáticos de un selecto «club cultural» denominado «El Instituto de la Patafísica», del cual el propio Vian llegaría a ser junto a tantos nombres ilustres de nuestro siglo, caso de Raymond Queneau, Joan Miró, Marcel Duchamp o René Clair, sátrapa mayor para mayor gloria y honor del resto de los mortales. Boris Vian no fue sólo un escritor-músico-ingeniero y ocasional traductor. Fue la esencia misma de que el surrealismo, tal y como lo habríamos de estudiar en nuestras escuelas, era posible mucho más allá del manifiesto de Bretón, de las imágenes de Buñuel o de la memoria de Dalí. Boris Vian fue el inventor o creador, según se mire, de los «surprise-parties», rebautizados posteriormente como «tarte-parties», especie de fiestas o «alter ego» de las tertulias literarias del momento, en una de las cuales, por ejemplo, habría de tener lugar la ya famosa ruptura entre Camus y Merleau-Ponty, a la par que Sartre intentaba calmar los ánimos de los susodichos ajeno totalmente a los quehaceres culinarios que el propio Vian practicaba con Simone de Beauvoir.
Me viene esto a la memoria, (lo del Instituto de la Patafísica, se entiende, «Único Colegio que no se Proponía Salvar el Mundo», en clara contradicción con el Instituto de la Metafísica) porque recientemente he tenido la oportunidad de releer un libro que, editado por Tusquets y apadrinado por Luis Landero, sentaba los principios de otro insigne «Círculo Literario» aquí en nuestro país: «El Círculo Cultural Faroni». El libro, una selección de setenta y ocho relatos hiperbreves provenientes de las tres primeras convocatorias del «Premio Internacional de Relatos Hiperbreves», premio entre cuyas bases figura el que ningún relato debe de superar las quince líneas, no es sino la obligada manifestación artúrica de aquellos que inconscientemente hicieron de la escritura una convulsión transgresora de la realidad, de los excesos y de los necesarios imprevistos del fin del II Milenio. Conviene aquí hacer un paréntesis y decir que el «Círculo» nació al calor de Faroni, «Quijote mediático» del siglo veinte y acertado personaje, quizás alter-ego, de su creador, Luis Landero, en la novela Juegos de la Edad Tardía. Pero no vamos a hablar de Luis Landero o su obra, ni mucho menos de los honorables fines de tan peculiar «Círculo Cultural». No vamos a extendernos en un análisis concienzudo de los relatos (algunos verdaderamente magistrales) que se exhiben en el libro Quince líneas, ni tan siquiera a recomendárselo como lectura obligada para superar la depresión. No. Tan sólo he querido sacar a colación la existencia del «Club» en clara contraposición a otras antologías de relatos, para demostrar que a veces hace más el deseo de querer transmitir algo que la certidumbre de sentirse como un todo pasajero, lejos de cualquier otra indagación metafísica. El «Círculo» nació como tenía que nacer, según sus propios fundadores, en la trastienda de una pajarería de la calle Maudes de Madrid, al igual que «El Instituto de la Patafísica», me figuro que nacería al calor de algún cafetón del Barrio Latino parisino. Pero lo que sin lugar a dudas queda demostrado para todos aquellos que aún alimenten la sensibilidad con la lectura, es la inexcusable relación que se establece entre ambas entidades. Como Luis Landero reconoce en el prólogo a tan peculiar antología, jamás podría pensar que un personaje de novela, o mejor dicho, que un personaje nacido de la imaginación de dos personajes de novela, Faroni, pudiera desembocar en tan curioso desenlace. Lo que son las cosas. Rozando la inverosimilitud, alguien podría pensar que tal desviación no podría ser posible, precisamente por atentar contra uno de los principios sagrados de la creación literaria. Pero he aquí que unos mozalbetes, estudiantes de Filología, abogados, funcionarios o toreros, se encargan en la obra Quince líneas de echar al traste con toda una tradición literaria, que por más que lo neguemos se remonta hasta la época de Aristóteles.

domingo, 22 de marzo de 2009

Reseña Aunque seamos malditas de Eugenia Rico


Eugenia Rico

Suma de Letras, Madrid, 2008. 400 pp. 18 €Luis García Eugenia Rico es un valor seguro. Literario, como no. Y Aunque seamos malditas, su reciente novela, está llamada a conformar ese necesario fondo de armario que todo lector exigente precisa. La historia se desarrolla en un inhóspito territorio irreconocible pero con guiños a la Asturias profunda, la de nuestros ancestros, un mundo en el que el tiempo parece haberse detenido. Mágica donde las haya, nos envuelve desde el comienzo en un halo de misterio, en un triangulo del que parecen no poder salir ni Ainur, ni Selena, las dos protagonistas principales. Dos voces para un mismo personaje. Dos voces que se reencuentran con idéntico estigma pero con un margen de siglos. Una única persona que sufre el mismo desprecio.La historia, que es caprichosa, tiene la virtud de repetirse, y las personas, que somos crueles, de ser la mano ejecutora de dicha virtud. Porque Ainur y Selena son la misma persona pero viviendo la misma tragedia desde sus respectivos orígenes. «Antes preferiría ser la hija del Diablo» dicen Selena y Ainur con cuatro siglos de diferencia. Dos mujeres odiadas y envidiadas por la misma razón. Dos mujeres que son una.La novela esta plagada de referencias y frases que la justifican por si sola. «Cuando se tiene dinero (dice Ainur) el dinero es como un colchón de plumas. No cambia la realidad, la acolcha». (Pag. 36). Y es que el dinero «no puede borrar los recuerdos». Unos recuerdos que la arrastran desde su Barcelona adoptiva, el acoso laboral y sexual, los repetidos insultos (bruja, bruja….) hasta su Asturias natal, esa aldea mágica en la que nació y creció y fue perseguida Selena, su doble, su abuela, ella misma.El paralelismo entre Selena y Ainur no acaba aquí. En los aquelarres, la víctima era extendida desnuda sobre el ara de piedra para satisfacción de los sacerdotes, y desnuda, era poseída y torturada cruelmente. Ainur, por su parte, es acusada de haber propiciado una orgia en su oficina y de haber satisfecho los mas bajos instintos de sus compañeros, después (o antes, que mas da) de haber sufrido un intento de violación por parte de su jefe. Y digo que da igual, después o antes, porque Ainur, como Selena ya era una violada y ultrajada en vida, ya era una bruja. Ambas estaban malditas, y lo sabían.Uno de los personajes más enigmáticos de la novela, pero a la vez más entrañables, es el farero, que intenta con su luz alumbrar el camino a ambas, que a su vez también se ha visto injustamente condenado por una sociedad cruel. El farero resulta imprescindible porque como ellas, también fue quemado en la hoguera. Por eso se entienden tan bien, por eso Ainur se oculta en su regazo. Por eso.La novela avanza fragmentariamente, algo que no debe extrañar a los lectores de Eugenia Rico (resulta interesante que la propia autora se convierta en personaje colateral del libro) y lo mas importante, la historia nos envuelve como lo hicieron en su momento las novelas de las hermanas Brontë, las mágicas historias de aquellos que supieron darle cuerpo de verosimilitud y realidad a territorios mágicos como Rulfo, Faulkner o Luis Mateo Díez, y nos recuerda a poco que nos fijemos que por encima de la denuncia social imperante, por encima de aquellas falsas acusaciones que todos podemos sufrir en algún momento de nuestras vidas, se encuentra la verdad, y como no, una escritora valiente, de raza, capaz de entender la literatura como pocos autores en este país.No estoy de acuerdo con quien dice que Aunque seamos malditas es una novela oscura. Todo lo contrario. Creo que es una obra en la que impera la luz, una luz mágica que alumbra a Selena, a Ainur, al farero, a Casilda, a Consuelo, a Eugenia... Una gran novela para unos tiempos de crisis e indecisión.

Entrevista a Carlos Vitale


Entrevista a Carlos Vitale.

Si existe un género literario especialmente maltratado por la historia, sin duda alguna es el relato hiperbreve. Posiblemente decir que es un género maltratado sea excesivo. No en vano la literatura del siglo XIX y comienzos del XX nos ha deparado grandes cuentistas, maestros del relato corto. Y por encima de cualquier otro continente, el hispanoamericano se lleva la palma. ¿Habrá alguien que no haya leído los relatos hiperbreves de Arreola, Monterroso o Torri? ¿Y de Carlos Vitale? De los primeros, van a permitirme la licencia de ponerlo en duda. Del último... Para eso estamos aquí, porque incluso para mí, descubrir a Carlos Vitale y su Descortesía del suicida (1997; tercera edición ampliada: Editorial Candaya, Canet de Mar, 2008) fue tan agradable como en su día leer el relato del dinosaurio. Ahora Carlos Vitale presenta un nuevo registro, Unidad de lugar, un volumen en el que convergen cuatro libros de poesía editados con anterioridad, Códigos, Noción de realidad, Confabulaciones y Autorretratos.

Luis García.- Carlos Vitale, un nombre sin duda a tener en cuenta y a seguir en los próximos años. Y sin embargo, no es ni mucho menos un neófito en esto de la literatura. ¿Cuándo nace Carlos Vitale literariamente?

Carlos Vitale.- Gracias por tus palabras. Pero ante todo permíteme que ponga en duda tu licencia de no poner en duda el conocimiento en España de los relatos de Juan José Arreola y Julio Torri. No me parece que sus textos sean precisamente best-sellers por estos lares. Es más, por desgracia, creo que son dos autores prácticamente desconocidos por el común de los lectores. No hablo, claro, de la gente del oficio o de los amantes del relato hiperbreve. Augusto Monterroso, en cambio, está viviendo una época de gloria en cuanto a la difusión de su obra. Dicho de otra manera, está alcanzando, al fin, la difusión que su obra merece. En lo que a mí respecta, como casi todo el mundo comencé a escribir en la adolescencia, pero mi primera publicación "seria" se remonta a 1981: el libro de poemas Códigos, luego recogido en Unidad de lugar (Editorial Candaya, Canet de Mar, 2004).

L.G.- Cultivas por igual poesía y relato. ¿En donde te sientes más a gusto?

C.V.- La verdad es que me siento igual de a gusto, o a disgusto, en la poesía y en el relato. Si tengo que serte sincero, para mí Descortesía del suicida no es exactamente, o no es solamente, un libro de relatos. Más bien lo veo como una "ensaladilla rusa" o, si quieres que te lo diga de una manera más académica, una "miscelánea", en la que se mezclan los relatos propiamente dichos con otros textos: anécdotas, chistes, aforismos y poemas breves que podrían tener perfecta cabida en un libro de poesía.

L.G.- Personalmente me inclino más por el Carlos Vitale narrador, que por el poeta. ¿Cómo fue tu introducción en el relato hiperbreve?

C.V.- Sobre eso no puedo opinar. Como comprenderás, a mí me resulta demasiado arduo separar al narrador del poeta. Yo me siento, muchas veces, en una situación "fronteriza" entre los dos géneros. Para hablar de mi iniciación en el relato hiperbreve es inevitable recordar que nací en Argentina (Buenos Aires, 1953), donde hay verdaderos maestros en esta especialidad, bastará mencionar a Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares y Julio Cortázar. Por otra parte, tampoco puedo soslayar la importancia que tuvo para mí la lectura de la revista mexicana El Cuento, que dirigía el escritor Edmundo Valadés y que yo recibía regularmente en Buenos Aires, a principios de los años setenta. Precisamente en ella, hace ya más de treinta años, leí por primera vez a Augusto Monterroso. En cada número, El cuento organizaba un concurso de relato hiperbreve.

L.G.- Mantengo cierta vinculación con la asociación cultural Círculo Cultural Faroni , que entre otras actividades se dedica a pregonar y potenciar las excelencias del género hiperbreve, con Certamen Literario incluido. ¿Crees que se puede hablar de género en dicho campo? ¿Sería correcto?

C.V.- No lo sé. Yo siempre me he limitado a practicar el relato hiperbreve, nunca he teorizado sobre el tema. Ignoro si este tipo de relato puede considerarse un género en sí mismo. Por otra parte, no es una cuestión que me preocupe en exceso. No tiene demasiado interés perderse en disquisiciones bizantinas. Lo único que vale la pena es tratar de escribir lo mejor posible.

L.G.- Descortesía del suicida reúne 99 relatos escritos en diferentes años. ¿Tienen algún nexo en común?

C.V.- No. O por lo menos yo no lo veo. Aparte del hecho de haber sido escritos por la misma persona: una persona que, a lo largo de los 21 años que abarca el libro, ha pasado por distintas experiencias que, de un modo u otro, es lógico que se hayan visto reflejadas en él.

L.G.- ¿Es difícil vivir y escribir relato hiperbreve a la estela de Augusto Monterroso, Juan José Arreola o Julio Torri?

C.V.- No sé qué entiendes por "vivir y escribir relato hiperbreve". En cualquier caso, vivir ya es de por sí bastante difícil, al margen del relato hiperbreve. ¡Y vivir del relato hiperbreve ya no es que sea difícil, es que es imposible! Hablando en serio, escribir relato hiperbreve es extremadamente complicado, porque requiere un enorme poder de concentración. A diferencia de lo que ocurre con una novela o un relato más extenso, no hay sitio para los "espacios vacíos" o las "bajadas de tensión", todo debe ser significativo, como en un poema.

L.G.- Y sin embargo son cada vez más los autores que caen digamos... en sus redes, aunque bien es cierto que a menudo disfrazados de aforismos...

C.V.- Tienes toda la razón. Hay autores que parecen pensar que el aforismo tiene un "prestigio" del que carece el relato hiperbreve. Como si hiciera falta más prestigio del que le dan nombres como Borges o Monterroso. O, saliendo del mundo de habla hispánica, Robert Walser, Franz Kafka o Thomas Bernhard, de quienes hay excelentes traducciones al castellano. Y que quede claro que no tengo nada en contra del aforismo.

L.G.- ¿Cuándo sentiste la necesidad de ahondar en dicho género?

C.V.- Nunca he sentido la necesidad de ahondar o de dejar de ahondar en este género. Como te decía antes, me he limitado a practicarlo, con algunos intervalos, desde hace muchísimos años.

L.G.- Personalmente me parece uno de los más difíciles y complejos. Aunar tanta literatura en sólo unas líneas... ¿Qué método sigues, si sigue algún método?

C.V.- No, no tengo ningún método o receta para escribir. En cuanto a que es de los géneros más difíciles y complejos, sólo puedo corroborar, una vez más, tu opinión.

L.G.- Ahondando en lo anterior... ¿qué diferencias encuentras entre el aforismo y el relato hiperbreve, tan cerca, pero tan lejos?

C.V.- El relato hiperbreve cuenta siempre una historia, en poquísimas palabras. Una historia que, como en el famosísimo "dinosaurio" de Monterroso, podría ser desarrollada y alargada. Aunque muy probablemente perdería todo su encanto. El aforismo tiene más que ver con la reflexión filosófica o con la poesía. De todos modos, debo repetirte que no me considero un teórico en la materia.

L.G.- ¿Por qué los escritores sudamericanos son tan dados a dicho género? Mejor dicho, ¿a qué crees debido que estén tan dotados? ¿Y los argentinos en particular?

C.V.- El hecho de que estén tan bien dotados no es ajeno a una tradición centenaria. En América Latina, quien se acerca la literatura no puede evitar, consciente o inconscientemente, influencias tan fuertes como las de Borges o Cortázar. Mientras en España se despreciaba o subestimaba no sólo el relato hiperbreve sino el cuento en general, en Argentina se escribían textos memorables como "Borges y yo", de Borges, o "Continuidad de los parques", de Cortázar. Asimismo no es casual que Max Aub, en los años cincuenta, haya escrito y publicado en México su extraordinario Crímenes ejemplares.

L.G.- ¿No está la génesis del relato hiperbreve en la tradición oral?

C.V.- Es muy probable. De hecho, muchos de los relatos breves y brevísimos recopilados por Jean-Claude Carrière en su libro El círculo de los mentirosos pertenecen a la tradición oral de todo el mundo.

L.G.- Por último, ¿qué estás preparando en estos momentos? ¿Tendremos pronto nuevo libro de relatos hiperbreves?

C.V. Sigo en ello. De hecho, la reedición que ahora publica la Editorial Candaya consta de 99 textos, en vez de los 60 de la primera edición y de los 75 de la segunda, agotada hace varios años..

L.G.- ¿Qué es Unidad de lugar, su último libro, en esta ocasión de poemas, publicado por la Editorial Candaya?

C.V.- Unidad de lugar es un volumen en el que convergen cuatro libros editados con anterioridad (Códigos, Noción de realidad, Confabulaciones y Autorretratos). No obstante, a mi parecer, la recopilación no es el aspecto más importante, sino el hecho de intentar subrayar el deseo de escribir un solo corpus poético, siempre bajo el mismo título, que vaya creciendo en el curso del tiempo.

L.G.- Poemas cortos, casi minimalistas y en ocasiones rozando el haiku... ¿Le atrae especialmente esta disciplina?

C.V.- No es que me atraiga especialmente escribir poemas breves, como dices, casi minimalistas, es sencillamente que no sé hacer otra cosa. Mi estilo escapa de mi voluntad.

L.G.- Su poesía pena de ser demasiado conceptual, algo muy en boga actualmente.... ¿qué poetas sigue especialmente?

C.V.- Con franqueza, ignoro si mi poesía es o no demasiado conceptual, dejo el juicio en tus manos y en las de los lectores, pero de lo que sí estoy seguro es de que la poesía “conceptual” no es precisamente lo que está más en boga en este momento, en particular en España, donde, para lo bueno y para lo malo, es claramente hegemónica la “poesía de la experiencia”. Son muchos los poetas a los que leo con interés, pero si tuviera que escoger a algunos señalaría, entre los poetas españoles actuales, a Antonio Gamoneda, Félix Grande y Diego Jesús Jiménez.

L.G.- El libro está salpicado de citas de otros poetas... Pizarnik, Baudelaire, Kavafis... ¿un homenaje a sus referentes poéticos?

C.V.- La función de las citas es acompañar mis poemas con algunas palabras de poetas o escritores a los que admiro, aunque en ocasiones más que acompañarlos parece que los contradijeran. Pero ahí está la gracia.

L.G.- ¿Vivimos buenos tiempos para la lírica?
C.V.- ¿Cuándo fueron buenos tiempos para la lírica?