jueves, 23 de octubre de 2008

El juego del diabolo


El juego del diábolo
Autor.- Juan Pedro Aparicio
Edita.- Paginas de Espuma – 2008

Por Luis García


Frescura literaria



Juan Pedro Aparicio, quien ya firmara en esta misma Editorial y colección La mitad del diablo, regresa a la minificción (aunque regresar es una expresión si me lo permiten inadecuada, por cuanto nunca llegó a abandonar dicho genero), a lo hiperbreve, microrrelato o como el propio autor lo definió entonces, “relatos cuánticos, en los que cobra mas dimensión lo que no está que lo que está, aunque todo esté”. Aquellos que tuvimos la fortuna de leer La mitad del diablo, sabíamos que era un libro incompleto, que ésta nueva entrega era obligada, y que sólo el tiempo en su más completa dimensión lo demoraba. El juego del diábolo es a La mitad del diablo como el yang al ying, como lo blanco a lo negro, como el perro al lobo. Y juntos forman con maravillosa ilustración de Miguel Ángel Martín, un diábolo perfecto, hueco y simétrico. Muchas son las claves externas que hay que tener en cuenta a la hora de leer este libro, pero insisto que no se entendería sin su hermano gemelo. El juego del diábolo comienza de lo diminuto a lo extenso, del relato Desayuno de seis palabras, a La obra maestra de cincuenta líneas. Justo a la inversa que La mitad del diablo que iba del cuento mas largo al más corto. Una simbiosis perfecta para una manera de entender la literatura. Y entremedias, en tanto rompecabezas metafísico, destellos de la mejor narrativa de los últimos años: Felicidad conyugal, La sombra de la dicha, Rivalidad, un relato sólo entendible por aquellos que en él sean capaces o tengan el valor de reconocerse... En definitiva, un juego, o dos, necesarios por su frescura en tanta aridez literaria.

Los amantes de silicona


Los amantes de silicona
Autor.- Javier Tomeo
Edita.- Anagrama – Barcelona - 2008

Por Luis García

Pornografía telúrica



Pocas veces en literatura (al menos si tomamos como referencia los últimos años), nos vamos a encontrar con una novela tan hilarante y surrealista como la última de Javier Tomeo, en la que el terreno de juego de la misma viene dado desde las primeras páginas de una forma tan clarividente y a la par, seguro que algunos lo matizarán, tan poco atractiva. Tan sosa, que diría mi abuela. Pocas veces por otra parte, nos vamos a encontrar con una novela como Los amantes de silicona, tan original e ingenua, de esas que se atreven a desnudarnos (seguro que muchos lectores se sentirán identificados con Basilio y Lupercia, a la par personajes de la misma) y por qué no, a mostrar nuestras más íntimas miserias. Las que solemos guardar para la alcoba, para la intimidad o dentro del armario. Y es que para sobrellevar nuestras soledades podemos ver la tele, ir al cine, acudir a algún que otro espectáculo de boys en el que se nos muestre “cuarto y mitad” o comprarnos una muñeca (o muñeco) hinchable que ayude a combatir nuestras necesidades más íntimas. Pero Marilyn, perteneciente a la tercera generación de Muñecas Consoladoras Minerva HP-457, y Big John, que así se llama el semental de silicona de Lupercia, cometerán en un momento dado la osadía de ser infieles a sus respectivos dueños, enrollándose entre ellos y dándole así una nueva y desconocida dimensión al concepto adulterio. Todo un desafío para las mentalidades quienes los habían comprado y dado vida, para las nuestras propias y para la del supuestamente escritor de Los amantes de silicona, un alter ego de quien firma la novelle. ¿Dónde esta el corazón de los muñecos? Se pregunta Lupercia en la pagina 57. ¿Donde lo esconden?. Tomeo ha escrito el propio, sin pretenderlo me figuro, su obra más inverosímil, si nos atenemos a las estrictas leyes de le verosimilitud aristotélicas. Ha escrito su novela mas divertida, y decir esto de Tomeo es decir mucho, y a la par, ha escrito una obra tremendamente descorazonadora por cuanto anticipa (ya lo había hecho hace años Isaac Asimov en El hombre del bicentenario) la dificultad que tenemos para relacionarnos los humanos, para establecer complicidades, para amarnos en definitiva. La soledad es algo más que un término evasivo y angustioso. Es lo que tenemos a la vuelta de la esquina en una sociedad en la que prima el éxito profesional sobre el personal. El resto no lo vamos a contar, que Tomeo se merece ser leído y por tanto, que no se desvelen sus “interioridades literarias”.

lunes, 20 de octubre de 2008

Doce anillos de Yuri Andrujovich: Mestizaje ucraniano


Pues ya tenemos en España la traducción, esperada por muchos, de las dos últimas novelas del escritor de origen ucraniano Yuri Andrujovich: Recreaciones, y Doce anillos, publicadas ambas en la Editorial Acantilado, y en el caso de la segunda, obra que recibiera en el año 2006 el “Premio al Acercamiento Europeo”. Y tenemos que decir en un primer momento, que leer a Andrujovich es acercarse colateralmente a la literatura de la Europa Central del siglo XX. Esto es, rememorar a Kafka, Joseph Roth y Robert Musil entre otros. Pero sin dejar dicha tendencia literaria, también es recordar la escuela rusa del siglo XIX, Antón Chejov, Gogol, Bulgarov.... Kart-Josef Zumbrunnen, fotógrafo austriaco de raíces soviéticas y uno de los principales personajes de la novela (Yuri Andrujovich alude a sus raíces ucranianas, aunque hay que tener en cuenta que Doce anillos comienza y se desarrolla en los años noventa, justo después del desmembramiento de la Unión Soviética) incide una y otra vez en sus viajes a Ucrania en la búsqueda de su identidad perdida, reflejando en sus fotografías y a través de la omnisciente voz del narrador, los pesares de una población empobrecida en exceso, carente de las mas mínimas necesidades básicas, pero ansiosa por descubrir la manida libertad de occidente. (Es significativa en este sentido la metáfora de la pagina 26, cuando se ve a si mismo cruzando un tren desde Frankivsk hasta Kiev y pasando desde el vagón diecinueve al nueve, es decir, desde la opulencia de la Europa Comunitaria, aunque no la mencione, hasta la miseria de la Ucrania post-soviética, post-comunista, post-Chernobil.... Deterioro que no afecta sólo a los edificios y a las instituciones, también a las personas físicas, que se respira y se masca con la insistencia londinense de un smog). La autodestrucción esta servida. Por eso Kart-Josef Zumbrunnen deja escrito en un momento dado: “El camino de un extranjero esta lleno de peligros y pruebas, pero no hay nada más dulce que la sensación de integrarse al Otro”. Pero Kart-Josef Zumbrunnen no es el único protagonista de la Doce anillos. Le habrán de acompañar en su particular descenso a los infiernos un peculiar grupo de personajes del que sobresale con fuerza el Doctor, experto en la poesía de Bogdan-Igor Antonich, poeta ucraniano de los años treinta, junto a Artur Pepa, literato de Aviv, su mujer Roma Vorónyck, su hijastra Kolia, dos muchachas casi idénticas, dos bailarinas, y un autor de videoclips y realizador de televisión. Ocho personas para un mismo viaje, para una estancia en un balneario de la alta montaña de los Carpatos. Estamos pues ante una recreación, ante una imagen a la manera platónica del realismo mágico del cono sur americano, en el que pasado, presente y futuro se conjuran con el espíritu de Bogdan-Igor Antónich de fondo. Cuando se dice que por fin se edita en España la obra del polémico Yuri Andrujovich, uno no sabe muy bien a que atenerse. ¿Polémico por lo que nos narra, por mostrarnos las consecuencias de la acelerada descomposición de un Imperio?. ¿O por caricaturizar a un petulario escritor ucraniano?. Dice Yuri Andrujovich en el apéndice de Doce anillos, Orfeo crónico (Intento de autocomentario) que nunca ha conocido una escritura tan difícil como la de Doce anillos. Le creo, porque yo hacia tiempo que no me encontraba con una lectura tan árida y compleja, tan poética y brutal, tan wagneriana, mestiza y autodestructiva. Pero hacia tiempo que no se presentaba un escritor tan centroeuropeo, vivo, con todas las connotaciones que este adjetivo tiene.

Esta noche moriré, una acertada reedicción




Estamos ante una reedición de lujo. Estamos ante la que considero una de las mejores novelas de su autor, Fernando Marías, lo que es decir mucho de un escritor con su bagaje literario. Una novela que como las grandes obras comienza con una frase lapidaria: Me suicide hace dieciséis años. Fernando Marías construye en Esta noche moriré una diabólica novela negra que mezcla por igual el género epistolar con el terror psicológico. Una obra que trata de la existencia de un complot tan bien urdido como desarrollado, en el que la inicial victima pasa a convertirse en verdugo tras sufrir diversos estados de ansiedad. Irrelevante es la existencia de la Sociedad conocida como La Corporación, destinada a manipular y dirigir los destinos y la suerte de las personas, como el hecho de que uno de los protagonistas de Esta noche moriré pertenezca a dicha organización clandestina. Lo que al lector le interesa saber, es que tras la detención de uno de sus miembros por el Comisario Delmar, el otro protagonista de la novela, éste firmará inconscientemente su sentencia de muerte, que se cumplirá exactamente dieciséis años después, cuando ya el infierno en el que se ha convertido su existencia se le ha hecho poco menos que insoportable. La novela la constituye la larga carta de confesión de uno de los miembros de La Corporación, en la que leída por dicho Comisario le relata la maleabilidad de su vida. Decía al principio que como las grandes novelas, Esta noche moriré comienza con una frase lapidaria: Me suicide hace dieciséis años. Porque de eso trata. De la confesión de un suicidio y de la puesta en marcha de un maquiavélico plan para arruinar la vida del Comisario Delmar, aquel que le llevó a semejante estado para obligarle a su vez a que también se suicide. Y la obra, la carta, mantiene el ritmo a lo largo de las 142 páginas, aunque es de justicia reconocer en ella silencios que invitan al desasosiego. Porque aun mostrándosenos ante nuestros ojos de una forma previsible, tiene momentos de autentica dureza para nada gratuita, La violación de la hija del comisario Delmar ante sus ojos constituye una escena digna para recordar por el dramatismo que trasmite. Hay que suponer que el autor pretende precisamente que el lector, ante la duda de con quien identificarse, decida ayudarle a tomar partido por una de las víctimas. Y esta no es ni el Comisario Delmar ni quien se suicidara por su culpa dieciséis años atrás. La verdadera víctima es la familia del comisario, su hija, su mujer, que son quienes habrán de pagar la falta de voluntad de su progenitor y marido. El final de la novela resulta predecible, aunque el lector, encaminado hacia el mismo de igual manera que sus protagonistas, espera otro resultado quizás por compasión, quizás porque es difícil imaginar tanto odio. Pero no hay lugar para la esperanza, y la venganza se cumple con toda su crueldad. Esta noche moriré, novela epistolar, prueba que la tragedia de unos seres abandonados a su suerte nos es mas cercana de lo que parece. Finalmente, hay que felicitar a la Editorial 451 la valentía por reeditar una obra que en su momento pasara injustamente desapercibida.

El pais del miedo de Isaac Rosa


“Nacemos con miedo, crecemos con miedo y moriremos con miedo”


No hace muchos meses, un amigo ya entrado en años y con muchos kilómetros a sus espaldas, optó por realizar un viaje de fin de semana al Madrid castizo en detrimento del Londres abigarrado. Iba buscando música, vinilos de los años setenta, y literalmente volvió aterrado, lleno de miedo: el que le produjo una ciudad hostil como pocas, que le obligaba a pegarse a las paredes de la estación del Metro para que nadie le empujase a las vías, que le hacia caminar por calles iluminadas y repletas de gente. ¿Miedo escénico, como decía Jorge Valdano, en una nueva interpretación de su ya manido discurso?. ¿O verdaderamente sentía estar como los personajes de la ultima novela de Isaac Rosa, en El país del miedo?. Y es que se tiene un miedo inconsciente el primer día que vas al colegio, que acudes a un trabajo y tras la primera gran experiencia con el alcohol. Se tiene un miedo exquisito la primera (y segunda) vez que se hace el amor, que se es padre, que se coge el coche.... y se tiene un miedo casi terrorífico la primera vez que acudes a un tanatorio a dar un pésame, que pican en tu puerta unos extraños vecinos aunque sólo sea para darte los buenos días, que la policía te detiene para pedirte la documentación... Y porque vivimos en el país del miedo, como Isaac Rosa no para de recordarnos, éste viaja con nosotros en coche o avión, se instala con nosotros en hotel o camping, y va con nosotros a la playa o al chiringuito. Porque la vulnerabilidad de la vida está precisamente en nuestra propia existencia, algo que el autor nos trasmite constantemente haciendo aflorar esos miedos ocultos que creíamos tener superados.
Poco importa que el nudo narrativo de la historia sea una presunta situación de acoso y chantaje por parte de uno de esos adolescentes violentos que en nuestras ciudades parecen moverse como pez en el agua en el país del miedo, hacia un indefenso compañero de clase y viaje, Pablo, cuya implícita debilidad es directamente proporcional a la de su padre, Carlos. Y poco importa lo que se nos quiere contar porque a medida que avanzamos en la lectura de esta novela/ensayo, se tiene la sensación de estar pelando una cebolla, en la que cada capa nos descubre una nueva situación de indefensión, y a la par una perspectiva de la violencia escolar, ciudadana y callejera, reconocible en cualquier rincón de nuestra propia ciudad. Lo dramático es que Pablo, el niño asustado y chantajeado, es victima en este caso del matón de la clase, pero también de la lasitud de un progenitor que se muestra incapaz de atajar una creciente situación que le lleva a urdir constantemente patológicas mentiras para sobrellevar una situación que se le escapa de las manos. Y es que El país del miedo, como el de Oz, existe, como nos muestra el autor con la imagen de la portada, y es reconocible en cualquier calle, colegio o discoteca, pero también en nuestro interior. El autoengaño está servido, y el padre de Pablo prefiere seguir con la venda puesta y la dignidad por los suelos, atrapado en una sinrazón que le lleva a ver como normal la violencia social que todo lo impregna. Y cual ave de rapiña, el miedo que llevaba en su interior, crece hasta desbordarlo. A su manera, El país del miedo es una novela de terror moderna. Y sus protagonistas, victimas y vampiros de la misma. Nacemos con miedo, crecemos con miedo y moriremos con miedo, pero precisamente por todo ello, conseguimos acomodarnos a su existencia.