lunes, 20 de octubre de 2008

El pais del miedo de Isaac Rosa


“Nacemos con miedo, crecemos con miedo y moriremos con miedo”


No hace muchos meses, un amigo ya entrado en años y con muchos kilómetros a sus espaldas, optó por realizar un viaje de fin de semana al Madrid castizo en detrimento del Londres abigarrado. Iba buscando música, vinilos de los años setenta, y literalmente volvió aterrado, lleno de miedo: el que le produjo una ciudad hostil como pocas, que le obligaba a pegarse a las paredes de la estación del Metro para que nadie le empujase a las vías, que le hacia caminar por calles iluminadas y repletas de gente. ¿Miedo escénico, como decía Jorge Valdano, en una nueva interpretación de su ya manido discurso?. ¿O verdaderamente sentía estar como los personajes de la ultima novela de Isaac Rosa, en El país del miedo?. Y es que se tiene un miedo inconsciente el primer día que vas al colegio, que acudes a un trabajo y tras la primera gran experiencia con el alcohol. Se tiene un miedo exquisito la primera (y segunda) vez que se hace el amor, que se es padre, que se coge el coche.... y se tiene un miedo casi terrorífico la primera vez que acudes a un tanatorio a dar un pésame, que pican en tu puerta unos extraños vecinos aunque sólo sea para darte los buenos días, que la policía te detiene para pedirte la documentación... Y porque vivimos en el país del miedo, como Isaac Rosa no para de recordarnos, éste viaja con nosotros en coche o avión, se instala con nosotros en hotel o camping, y va con nosotros a la playa o al chiringuito. Porque la vulnerabilidad de la vida está precisamente en nuestra propia existencia, algo que el autor nos trasmite constantemente haciendo aflorar esos miedos ocultos que creíamos tener superados.
Poco importa que el nudo narrativo de la historia sea una presunta situación de acoso y chantaje por parte de uno de esos adolescentes violentos que en nuestras ciudades parecen moverse como pez en el agua en el país del miedo, hacia un indefenso compañero de clase y viaje, Pablo, cuya implícita debilidad es directamente proporcional a la de su padre, Carlos. Y poco importa lo que se nos quiere contar porque a medida que avanzamos en la lectura de esta novela/ensayo, se tiene la sensación de estar pelando una cebolla, en la que cada capa nos descubre una nueva situación de indefensión, y a la par una perspectiva de la violencia escolar, ciudadana y callejera, reconocible en cualquier rincón de nuestra propia ciudad. Lo dramático es que Pablo, el niño asustado y chantajeado, es victima en este caso del matón de la clase, pero también de la lasitud de un progenitor que se muestra incapaz de atajar una creciente situación que le lleva a urdir constantemente patológicas mentiras para sobrellevar una situación que se le escapa de las manos. Y es que El país del miedo, como el de Oz, existe, como nos muestra el autor con la imagen de la portada, y es reconocible en cualquier calle, colegio o discoteca, pero también en nuestro interior. El autoengaño está servido, y el padre de Pablo prefiere seguir con la venda puesta y la dignidad por los suelos, atrapado en una sinrazón que le lleva a ver como normal la violencia social que todo lo impregna. Y cual ave de rapiña, el miedo que llevaba en su interior, crece hasta desbordarlo. A su manera, El país del miedo es una novela de terror moderna. Y sus protagonistas, victimas y vampiros de la misma. Nacemos con miedo, crecemos con miedo y moriremos con miedo, pero precisamente por todo ello, conseguimos acomodarnos a su existencia.

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