miércoles, 18 de noviembre de 2015

CLASICOS DE NAVIDAD



CLASICOS DE NAVIDAD




Dos clásicos de esos que todo amante de los libros debiera tener en su biblioteca, acaban de aparecer sin hacer ruido en las mesas de novedades de las librerías, y con igual rapidez, también se han ido de las mismas merced a la vorágine del mercado editorial. El primero de ellos es una fantástica edición de Moby Dick, de Herman Melville, que editado por Sexto Piso, traducido por Andrés Barba y con ilustraciones de Gabriel Pacheco, promete ser la edición definitiva. Eso esperamos. Melville siempre será recordado por dos obras: los avatares del capitán Ahab persiguiendo a la ballena blanca, y Bartleby, el escribiente, o la narración de un oscuro oficinista que cada vez que recibe un encargo siempre contesta con la muletilla “preferiría no hacerlo”. Pero centrándonos en Moby Dick, poco queda que decir de la novela: es grandiosa hasta la extenuación, intensa y fascinante. Los adjetivos que le dedica el crítico Harold Bloom en la contraportada no pueden ser más acertados aunque otros lectores los tilden de excesivos. Porque no deja de ser un libro. Un libro sobre la mar y por el mar. Sobre la dureza de la vida en el mar, y lo incomprensible de dos figuras que se atraen y se repelen a la par hasta que en su fanática lucha descubren que “solo pueda quedar uno”. La bella y la bestia. El capitán Ahab, corroído por la sed de venganza, y esa a su juicio “maldad” de la naturaleza personificada en la ballena blanca, en Moby Dick. Una gran novela que ha sido objeto de películas inolvidables, comics y que posiblemente el tiempo aún traerá nuevas adaptaciones cinematográficas. 



El otro clásico que hoy me atrevo a recomendar, se trata de la edición de Drácula de Reino de Cordelia. Traducido por Juan Antonio Molina Foix, como no, y con ilustraciones de Fernando Vicente, uno a veces tiene la sensación sobre qué es más importante: el texto en sí, la traducción, o el cuidado de la edición. Esto que también es ampliable al libro anteriormente recomendado, en Drácula adquiere una dimensión espectacular. Un papel de un gramaje diferente, un tipo de letra y tinta que ayuda a la lectura, hacen de este volumen un lujo en cualquier biblioteca más allá de la obra maestra de Bram Stoker. Más allá del monstruo y del terror que pueda inspirar en quienes lean el libro. La novela, para quienes no la hayan leído, conviene decirles que está compuesta de cartas y piezas de diarios, todo con el objetivo de llegar a un inesperado desenlace. Pero, ¿se sabe quién era Drácula? Algunos afirman que Stoker se basó en un personaje real, “La condesa sangrienta”, Erzsébet Báthory, de quien se decía se bañaba en sangre de sus víctimas y la bebía para mantenerse eternamente joven. Drácula, también llamado Nosferatu, ha sido llevada al cine en innumerables ocasiones, y seguirá siéndolo. La ultima adaptación la podemos ver esta Navidad incluso. Pero ¿Cuál es la más real y certera? ¿Cuál ha sido el Conde más fidedigno con la novela? Unos se inclinan por Béla Lugosi. Y otros por la más reciente versión que hiciera el cineasta Francis Ford Coppola. Pero son opiniones. 

ANTAGONÍA




De cine y Literatura


A la edad de quince años, solía acudir al cine de Arte y Ensayo con una regularidad que rayaba casi lo enfermizo, espartana disciplina de la que al igual que me sucede con la literatura, quedan recuerdos mejores y peores. Una película de entonces de la que se habló mucho y se escribió mas, fue El desencanto, toda una parodia de la familia los Panero y de la vida cultural española tan plagada de sagas y clanes sin los que difícilmente se entendería la historia del siglo XX. Tenemos así en el cine a los Molina, Paula, Miguel y la inigualable y a veces inaguantable, Ángela, a los Bardem, grupo en el que el relevo de lo más jóvenes, caso de Javier, superan a los próceres, Pilar y Juan Antonio, y por qué no, hasta a los Banderas, no en vano el propio Antonio hizo debutar en su estreno como Director a su propia hija. En literatura, los clanes, las sagas, adquieren a veces tintes casi dramáticos, ya que suelen venir teñidos de luto. Los Goytisolo, de los que sólo quedan Juan y Luis tras el fallecimiento de José Agustín, continúan en su línea habitual, casi compitiendo entre ellos. Y Los Panero... ¡qué decir de los Panero que no se haya dicho, o que no haya quedado reflejado en la pantalla!. Yo lo desconocía casi todo de ellos (tenía quince años cuando vi la película) y aún tardaría muchos años en frecuentar su literatura y las historias de algunos como Leopoldo María Panero, poeta maldito donde los haya. La película El desencanto, no se la recomiendo a casi nadie, a no ser que se sea un purista y se quiera indagar desde otro punto de vista en la vida de una de las familias de poetas más respetados del siglo. Entiendo que nunca la intimidad debería de ser motivo de escarnio y exhibición pública, ya que apenas encuentro diferencias entre el filme y el esnobismo de quienes en beneficio "del arte" se encierran en una casa durante noventa días aduciendo que lo que hacen es una "perfomance" o un experimento. Tanto da. Yo al menos, no la veo. De los Goytisolo, que decir que no se sepa. Juan y Luis  continúan recluidos en su voluntario ostracismo y salvedad de algún que otro artículo en un diario nacional que siempre provoca polémica, no se les conoce vida social más allá de lo exigido. Hasta que “el temido Premio Cervantes” se acuerda de uno de ellos”. Yo tuve la fortuna de conocer la obra de Luis Goytisolo, como muchos otros, merced a los buenos auspicios de un profesor de literatura que afirmaba sin pudor y con gran acierto, que en el futuro se estudiarían sus textos como entonces se estudiaban los de Cela, Machado o Luis Martín Santos. Eso me llevó a su mastodóntica  Antagonía, casi en las mismas fechas en las que me acerqué a la particular interpretación del mito helénico Ulises de James Joyce, y en las que en plena efervescencia de los Cines de Arte y Ensayo visioné El desencanto. Me resulta difícil así separar hoy en día el cine de la literatura, no por lo que los une, que es mucho, sino por lo que los separa. Afirmaba Luis Goytisolo en una entrevista no hace muchos años, que "llegará un día en el que nadie escriba novelas", categórica afirmación que se entiende si se quiere subrepticiamente tras la lectura precisamente de Diario de 360º, obra en la que mezcla en un alarde narrativo sumamente eficaz diferentes géneros literarios: el diario, el ensayo y la novela. Diario de 360º es la crónica escrita y la no escrita de un tiempo, de un siglo y si se quiere de una generación: aquella que convivió bajos los auspicios de Antagonía, su gran obra de juventud y madurez, y que fue creciendo a la par que su autor. Supongo que es difícil para un escritor de la talla literaria de Luis Goytisolo mostrarse ajeno a la impronta de su apellido. Pero si se añade a dicha impronta la importancia que su obra tuvo, tiene y tendrá para las generaciones futuras, no cabe duda que conviene hablar de él como de uno de los grandes. Reflexión que es aplicable y extensible a los Panero y su Desencanto. No en vano nosotros somos los hijos de una generación desencantada quizás porque accedimos a demasiadas cosas antes de tiempo (la política, el sexo, la vida...) o porque pretendimos indagar allá donde nuestro sentido común, el más común de los sentidos, nos invitaba a quedarnos en la superficie.

MORIR ES RELATIVO





A cuatro manos


Morir es relativo. Cuando uno se enfrenta a una novela escrita a “cuatro manos”, indudablemente se le vienen a la cabeza múltiples ejemplos de otras parejas de escritores que con mayor o menor fortuna han probado tan curioso experimento. Como no recordar a Borges y Bioy Casares, o a los inefables creadores de los filandones leoneses Juan Pedro Aparicio, José María Merino, y Luis Mateo Diez… En esa larga nómina en la que Aragón ha creado escuela, dos veteranos autores acaban de publicar su segundo libro a cuatro manos, y uno se pregunta. ¿Cómo lo habrán hecho? ¿Acaso ha escrito un capítulo cada uno? Es posible que cada uno de los dos protagonista de la novela “Morir es relativo “ sea un alter ego de Miguel Baquero y Eduardo Cruz Acillona?. Nunca lo sabremos, aunque aquellos que los conozcan, aunque sea a través de sus escritos, es posible que puedan intuirlo. “Morir es relativo” es una novela corta, una “nouvelle”, que dicen los franceses, o los eruditos, que tanto monta monta tanto. Una novela corta en la que solo tenemos dos protagonistas. El comisario Julio Ballesta, recién llegado a Miranda del Campo, su nuevo destino merced a una jubilación dorada del anterior en Marina d´Or ciudad de vacaciones, y Aurelio, quien desde su llegada será su sombra, su segundo como dicen en un submarino. Su perro lazarillo. Pero, ¿cómo han creado Baquero y Acillona al Comisario Ballesta? Me inclino porque es un refrito del comisario Flores y el detective loco de Eduardo Mendoza, del agudo investigador y su reflejo andrógino de la trilogía Millenium, con unos toques del Holmes de Conan Doyle, al menos del que últimamente nos quiere trasmitir Hollywood, y por qué no, también con una pizca del carácter casposo de Torrente. Claro que sí. Pues con todo ello, el Comisario Ballesta se enfrenta a sus peores demonios en la España más profunda, que ahí también hay crímenes sin resolver, asesinos en serie y expedientes x, como “El cuñado reincidente”, ese muerto muy vivo que se empeña en resucitar una y otra vez. “Morir es relativo”. Poco a poco, Ballesta lo irá descubriendo, a menudo que vacía la caja de los ASRJ o “Asuntos Sin Resolver Jodidos”. Empeñado en ganar galones, o en pasar a la historia, o en que cuelgue de la Comisaría su retrato, intentará descifrarlos uno a uno, y uno a uno chocará contra la verdadera realidad: que por algo e llaman ASRJ. Entonces, ¿cuál es el verdadero éxito de este peculiar libro escrito a cuatro manos? Veamos: es divertido, entretenido, nadie diría que son dos autores lo que da idea de la complicidad existente entre ellos, y sobretodo, nos reconforta, hace que soltemos una leve y picarona sonrisa de vez en cuando, lo cual es  de agradecer en estos tiempos en los que la literatura parece que ha perdido ese carácter  de entretener de antaño. Por eso animo a Baquero & Acillona, Acillona & Baquero a continuar trabajando porque estoy seguro que pueden darnos muchas alegrías en el futuro. A exprimir si cabe aún un poco más al Comisario Ballesta. Quien sabe, en un futuro podríamos verlo resolviendo ASRJ en la rancia Benidorm o en la cuna dorada de los planes de jubilación de este país: Marina d´Or ciudad de vacaciones, como no.

domingo, 3 de agosto de 2014

Hermanas de sangre

   

Cristina Fernández Cubas 
Hermanas de sangre 
Tusquets Editores - Madrid 1998      
               
 Durante el verano de 1981, y siempre dentro de las obligadas lecturas que me marcaba en las vacaciones, tuve la agradable fortuna de descubrir a una desconocida autora de relatos que, lejos de venir avalada por premio alguno, había sido capaz de crear un universo rico en vicisitudes y desconciertos, mas cercano si cabe, a los autores de literatura fantástica del XIX, o principios de los años veinte.

Eran relatos deslumbrantes, de desasosiegos y penumbras, en donde lo onírico, lo mágico, y lo conceptual nos recordaban al mejor Allan Poe posible, nos remontaban a Chesterton, o nos imbuían de toda una pléyade de ímcubos y demiurgos cercanos a nuestras propias fantasías. Aquel libro de relatos, que aún conservo con cariño habría de marcar a mi juicio un antes y un después dentro de la literatura fantástica española, porque si bien estábamos ante una autora ya no tan joven, (por aquel entonces contaba con treinta y cinco años), no cabía ninguna duda de que sus referentes mas cercanos no podían ser otros que los que ella misma había sido capaz de aglutinar en su memoria.
A aquel primer libro de relatos, titulado "Mi hermana Elba", le siguió posteriormente "Los altillos de Brumal", que leí con la avidez de la curiosidad, sensación que paulatinamente fue dejando paso a la admiración. Pero lamentablemente, no era Cubas una autora que se prodigara en exceso, y sus libros aparecían con cuentagotas. Llegaron con el tiempo así "El año de Gracia", su primera obra larga de extensión, que no de contenido, "El ángulo del horror" y "Con Aghata en Estambul", dos nuevos volúmenes de relatos cortos, tan desbordantes de imaginación como sus predecesores, y "El columpio", a mi juicio, una de las mas fascinantes novelas cortas que halla podido dar la literatura española en los últimos veinte años, que no son pocas. Y nuevamente, el silencio.
Confieso por ello, que a la mitómana alegría de una próxima publicación, se le unió un cierto desconcierto al comprobar que ni se trataba de un libro de relatos, ni de una novela. Cristina Fernández Cubas había decidido adentrarse en los vericuetos terrenos del teatro, con todo lo que de dificultad trae consigo. Pues si bien, pudiera parecer un género aparentemente asequible, observación que pudiera extenderse a la poesía, se trata sin lugar a dudas de uno de los más complejos por cuanto el autor se vé en la obligación de dominar elementos ajenos a los habituales en la creación literaria, como el tiempo y el espacio en el que se desarrolla la acción.
Leí por tanto, "Hermanas de sangre", con el temor adolescente a recibir un desengaño, y entre bambalinas he de confesar que no sólo no me defraudó, sino que mi admiración por Cristina se vió un tanto acrecentada.
La historia, engancha desde el principio: Siete amigas, pertenecientes en su infancia mientras coincidieron en un Internado a un extraño club que respondía al sobrenombre de "Las tarántulas", reciben, cerca de los cuarenta años, en plena madurez profesional, y hasta sexual, algo que se encuentra implícito desde la primera escena, una curiosa citación para celebrar una comida de hermandad, durante el transcurso de la cual, visionaran una vieja película en la que unas niñas, ellas mismas con treinta y cuatro años menos, habrían de reescribir su futuro con sangre. Aparentemente, hasta ahí, todo transcurre con normalidad. Las cosas comienzan a torcerse, cuando a medida que transcurre la obra, afloran desde diferentes ángulos sus propios fantasmas, sus temores más recónditos, y ... un secreto, un trágico suceso que las había mantenido unidas inconscientemente durante toda su vida, hermanadas en la tragedia, y que como si de un fichero oculto de un disco duro, o de un virus informático se tratase, reaparece ahora con fuerza removiendo la memoria colectiva y las conciencias de sus poseedoras, y retrotrayéndolas a un tiempo y a un espacio en el que todo resultaba mucho mas sencillo, porque todo quedaba registrado en los viejos anuarios del Internado. "Aquel año no hubo boletín. Ni fotos. Ni resumen del Curso anterior" (Pag. 74). "...Borraron todo un año del calendario" (Pag 75). Lo que había comenzado como una reunión de viejas amigas, cada una con su singularidad ateniéndose a la posición social que ocupan en ese momento, se convierte lentamente en una reunión en la que afloran sus rencores, sus envidias y sus frustraciones, imprimiendo de tal forma un giro vertiginoso a una noche iniciada treinta y cuatro años atrás, y convirtiéndola en una catarsis colectiva de incierto final, configurando con todo ello una obra de teatro digna, que hubiera perdido mucho de su fuerza interior si se hubiera concebido como novela o como relato corto.
Cierto es que toda la obra narrativa de Cristina Fernández Cubas adolece de un esquema narrativo similar, con idéntico hilo conductor. Y no menos cierto resulta el que sea una autora de difícil encasillamiento, que nunca gustó de los laureles del triunfo escénico, si por tales laureles entendemos los diferentes premios que jalonan nuestra "piel de toro". Sin remontarse mucho mas atrás, la novela "El columpio" encerraba entre sus páginas un perturbador secreto tan bien guardado como bien desarrollado, y posiblemente hubiera sido llamada, si se lo hubiera propuesto, a mayores éxitos de los conseguidos. Y algo parecido ocurre con su "Hermanas de sangre", en donde el secreto se nos presenta con toda la verosimilitud propia de quien ha conseguido dominar como pocos los resortes de la literatura fantástica, esté esta escrita en forma de novela, relato corto, u obra de teatro. Pero lo más probable, es que tengamos que esperar a su bautismo escénico, si es que se produce algún día, para valorarla en toda su extensión.
 © Luis García 

domingo, 13 de julio de 2014

En busca de Klingsor, Antología de la Literatura fantástica y El libro de los 50 años de Forges



En busca de Klingsor, novela ganadora del Premio de Biblioteca Breve, toma como excusa uno de los sucesos más importantes y menos divulgados de nuestro siglo: El intento de acabar con la vida de Adolfo Hitler, y el posterior golpe de estado que se había planeado en el supuesto de que el atentado no resultase fallido. Y para ello, Volpi, que se sirve tanto de personajes de ficción como históricos, utiliza a su vez como contrapunto a lo que en principio parece una novela de espionaje, una acertada y documentada incursión en la historia del proyecto alemán de fabricación de la bomba atómica. Con una perspectiva histórica ciertamente encomiable, Volpi va tejiendo lentamente a través de sus 550 páginas toda una tela de araña que sólo nos puede llevar a una conclusión: no existe un Klingsor, nombre en clave tras el que se esconde supuestamente el verdadero cerebro alemán encargado del proyecto secreto, sino miles. Ya que da exactamente igual que Klingsor hable alemán o inglés, que este desarrollando el Proyecto Manhattan o el alemán. Ambos no son sino víctimas de sus propias contradicciones. Todo un acierto, el de Alfaguara, el de reeditar el que posiblemente haya sido uno de los mejores Biblioteca Breves de su nueva era. Y es que En busca de Klingsor es una novela que entretiene de principio a fin, sobretodo por lo atrayente de lo que en ella se nos narra. Una obra que en ningún momento nos deja indiferentes, ya que por encima de todo planea un trasfondo filosófico, la inevitable lucha del bien contra el mal, que lleva a cuestionarnos las implicaciones que la ciencia adopta para con nuestra propia vida. 


En el año 1940, Silvina Ocampo, Adolfo Bioy Casares y Jorge Luis Borges, entregaron a la imprenta uno de esos libros llamados a ser de “culto” los años venideros: "Antología de la Literatura fantástica". Editada por Edhasa, satisfacía una carencia que aún me atrevo a decir continúa hoy en día. La de la compilación de la tradición oral fantástica universal. En los años ochenta, Borges en colaboración con el editor italiano Franco Maria Ricci, prologaría y seleccionaría treinta volúmenes de literatura fantástica que se habrían de editar en castellano, francés, italiano y alemán en un mismo formato. Había nacido la mítica Biblioteca de Babel, y en ella tuvieron cabida otros tantos autores de la literatura fantástica universal. Muchos descubrimos por primera vez el verdadero valor de dicha literatura. Ahora, Atalanta, heredera de quien entonces editara dicha antológica colección, publica la "Antología Universal del Relato Fantástico". El editor, Jacobo Siruela, y en dicho volumen volvemos a encontrarnos a viejos conocidos: Edgard Allan Poe, Ambrose Bierce, Giovanni Papini, Saki, Lovecraft, Gustav Meyrink, el propio Borges, Julio Cortázar o, quien para mi gusto, pasa por ser la mejor escritora de literatura fantástica contemporánea española. Cristina Fernández Cubas. Y una vez más, no he podido evitar la tentación de recordar cuando me encontré con dicha literatura. Y es que, como dice en el prólogo, “la literatura fantástica es mucho mas que un mero género literario, debido a su vasto abanico de temas, complejidad narrativa y continuidad en el tiempo”.

¿Novela gráfica o cómic? Posiblemente si le preguntan por dicha dicotomía a un hombre como Forges, le contestaría con una de sus múltiples “viñetas”. Perfectamente con la de la portada de su recopilatorio El libro de los 50 años de Forges. Porque todas y cada una de sus tiras, de sus “bocadillos” y dibujos son una pequeña “novela” en si misma. Un homenaje a la España más profunda desde que Antonio Fraguas comenzara a mostrarse en sociedad en 1964. La España profunda, la del extraperlo, la de las carencias alimenticias y energéticas, la de los fusilamientos, la de las inauguraciones de pantanos, la de ese sol que nunca se ocultaba, la de las siete plagas, la masonería y el comunismo…. Nada pasa desapercibido en estos 50 años ante la aguda mirada de quien se siente privilegiado observador de la vida y la desdicha diaria de los españoles. Y quien se lo iba a decir. Ahora que tan en auge están las cuentas bancarias en Suiza, volvemos a recordar aquella colaboración musical que hiciera Luis Eduardo Aute, “Ay Suiza Patria Querida”, en un disco en el que colaborara en propio Forges. Todo un visionario

miércoles, 23 de enero de 2013

De la Guerra Civil a la Guerra Global

La batalla del Ebro. Sin lugar a dudas una de las más cruentas y definitorias de cuantas se libraron en la Guerra Civil española. La batalla del Ebro. Narrada, cantada, visionada en el cine y ahora parece que, ¿definitivamente? relatada por uno de los periodistas que más han hecho por esclarecer los fatídicos acontecimientos de la guerra. Sin vencedores ni vencidos, nos presenta Jorge María Reverte una obra monumental digna de los mayores y mejores historiadores, en donde no ha escatimado datos, mapas, juicios, carteles de los dos bandos, periódicos de momento, para contarnos la historia de cuatro meses de lucha, cuatro meses en la que muchos creyeron ver el infierno. Pero no, el infierno se lo encontrarían mas tarde en Stalingradro. El Ebro tan solo fue un aperitivo. ¿Cuántos hombres murieron en aquellas Tierras Altas Aragonesas?. Nunca se sabrá a ciencia cierta. Como tampoco los cadáveres que adornan las cunetas españolas. Pero si que se sabe hoy en día que tampoco La batalla del Ebro tuvo la trascendencia que se le ha querido otorgar, y que el carácter poético le ha dado posteriormente. “El Ebro teñido de rojo, ya es historia”. Para los dos bandos. Y ambos supieron sacarle partido cuarenta años después. No cabe duda, que de alguna forma el 11S supuso una especie de catarsis colectiva posteriormente refrendada con los “trenes del terror” de Atocha. Hasta ese momento, el terrorismo era visto como algo lejano, que siempre afectaba “a otros”, y que solo en limitados casos nos tocaba de una forma colateral. Hasta entonces, cuando hablábamos de terrorismos nos referíamos a ETA, IRA, las Brigadas Rojas…, todos movimientos de carácter ocasional, limitados a casos puntuales y acontecimientos concretos. Pero el 11S y posteriormente el 11M, todo cambió. El mundo cambió. Y se produjo el gran laboratorio del miedo en el que vivimos desde entonces. Pocas veces se ha escrito un libro sobre el tema del terrorismo que lo aborde sin tanta pasión (como debe ser) pero a la vez mostrando a las claras las diferencias políticas, históricas, sociales y hasta culturales en las que estamos inmersos en este planeta. La Yihad global de Al Qa´ida no ha nacido por casualidad, ha sido engendrada en un laboratorio, en El laboratorio del miedo. Y sus responsables, los mismos que ahora se empeñan en perseguirla e intentan acabar con ella, nos ocultar la información. Porque la guerra contra el terrorismo global, como muy bien sabe Eduardo González Calleja, autor de El laboratorio del miedo es una guerra contra la información o contra la desinformación. Juzguen ustedes.
El siglo XX, es el siglo de las guerras. Una sucesión de conflictos bélicos que nos ha llevado a decir de muchos casi hasta los preliminares del apocalipsis. No hay mas que echar un vistazo desde el año actual, el mas reciente, hacia atrás, para percatarse de ello: las revoluciones de las primaveras árabes, los sucesivos conflictos árabe-israelí, las tensiones con Irán, Corea del Norte y su desafío nuclear, Vietnam, las guerras del Golfo, la guerra de Corea, Indochina, la Segunda Guerra Mundial y sus devastadoras consecuencias humanas y tecnológicas, los conflictos en Sudamérica, las revoluciones hispanoamericanas…., la primera gran Guerra…. Pero tampoco por ello debemos y podemos olvidar que la humanidad, la historia de la humanidad, es la de una sucesión de batallas, de guerras, de muerte en definitiva, que da comienzo posiblemente con las guerras del Peloponeso y las guerras Griegas y Túnicas, Asirias…. Y Troya. La televisada Troya. 1001 batallas que cambiaron el curso de la historia es una pequeña muestra de lo que fueron esos siglos, el XX, el XIX, el XVIII, y todos aquellos que les precedieron. Siglos en los que prendieron la llama del arte y la belleza pero también de la guerra y la crueldad.

LA LITERATURA HIPERBREVE

Si existe un género literario especialmente maltratado por la historia, sin duda alguna es el relato hiperbreve. Posiblemente decir que es un género maltratado sea excesivo, ya que no en vano la literatura del siglo XIX, XX y XXI nos ha deparado grandes cuentistas, maestros del relato corto. Y por encima de cualquier otro continente, los hispanoamericanos se llevan la palma. No en vano la literatura del siglo XIX y comienzos del XX nos ha deparado grandes cuentistas, maestros del relato corto. Y por encima de cualquier otro continente, el hispanoamericano se lleva la palma. ¿Habrá alguien que no haya leído los relatos hiperbreves de Juan José Arreola, Augusto Monterroso o Julio Torri?. Pero la literatura española también es rica en dicho género. Ahí tenemos a Ángel Olgoso por ejemplo. Con el subtítulo de El cuarto género narrativo, dentro de su colección Letras Hispánicas la Editorial Cátedra presenta la Antología del microrrelato español (1906-2011), todo un lujo para los amantes de dicho género. Y es que el cuento corto o muy corto, ha tenido últimamente múltiples acepciones: relato cuántico, hiperbreve, microrrelato…. Y entre los escogidos están Juan José Millas, sin lugar a dudas un maestro del relato breve, todo un alarde literario llamado a acompañarnos en la mesilla de noche durante bastante tiempo, o Andrés Neuman, poeta, novelista, autor de relatos y sobretodo “contador de historias, o los “relatos cuánticos”, de Juan Pedro Aparicio en los que cobra más dimensión lo “que no está que lo que está, aunque todo esté”. Y por supuesto, no podía faltar, Ángel Olgoso, para muchos, el maestro. Muchos son los que están…. Aunque yo al menos noto algunas ausencia: las de Cristina Fernandez Cubas, autora de alguno de los más maravillosos hiperbreves de la literatura española, la de Clara Obligado, como no, o la de Antonio Pereira, leones, amigo de sus amigos, maestro de sus maestros….. No podían estar todos, supongo. Otra vez será. Sin embargo, el microrrelato, hiperbreve, relato cuántico, cuento corto, minificción…., por fin ha alcanzado la madurez como género literario, es más, se codea de igual a igual con sus hermanos mayores, la poesía, la novela, el aforismo…. Y es por eso por lo que en esta nueva obra, Antología del microrrelato español (1906-2011), podemos encontrar maravillosos cuentos de Luis Mateo Diez, Medardo Fraile, Juan Pedro Aparicio, Max Aub, Manuel Moyano, Javier Tomeo, Max Aub, Ana María Matute, compartiendo espacio con Fernando Quiñones, Ángel Olgoso, Juan José Millas, José María Merino, Ángel Zapata, Oscar Esquivias….y tantos otros. Sólo cabe decir al lector: por favor, sean breves al leer los microrrelatos, pero déjense enredar por la magia de sus palabras. Porque como decía Julia Otxoa, otra cuentista, microrrelatista que por cierto también se encuentra en la Antología, en este umbral del siglo XXI es absolutamente necesario acabar con la estrechez de miras en la percepción de otros géneros que no sean la novela, el ensayo, o el cuento clásico. Se precisa urgente la apertura de la comprensión intelectual a otras formas de escritura breve cuya creación ha dado nombres como Kafka, Max Aub, Borges, o Monterroso, y cuyo legado literario es indiscutible.