domingo, 19 de diciembre de 2010

Dos recuerdos imborrables



Dulce Chacón fue una escritora que dejó huella allá por donde pasó. Todavía es el día de hoy que la recuerdo junto a José Saramago encaramada en una tribuna en la Puerta del Sol leyendo un Manifiesto contra la Guerra de Irak. Ahora, justa y oportunamente, se reedita su obra, La voz dormida, presentándose en una caja que incluye a su vez el libro inédito de relatos Diario de una mujer muerta y otros cuentos. La voz dormida hace referencia a ese otro contingente de combatientes anónimos que sufrieron como los que más los sinsabores de una cruel derrota para la que no estaban preparados. Y ellas, las mujeres, menos que nadie. Escrita en clave periodística, narra el innecesario sufrimiento de las mujeres republicanas en las cárceles franquistas en los años inmediatamente posteriores al fin de la guerra. Vidas marginales y truncadas en exceso. La Guerra Civil vende y vendía, y a eso no son ajenos los autores de ahora, ni lo era Dulce Chacón. Bastaba echar un vistazo a las mesas de novedades de los últimos años y comprobar como gran parte de las obras literarias que se escribían en España, directa o indirectamente se relacionaban con dicha contienda. Y si esto era cierto, no lo es menos que hasta La voz dormida nunca se había escrito la historia de los perdedores desde el punto de vista de las combatientes. Lo cierto es que a restituir la memoria histórica de un pueblo y elevarla a la categoría de inmortal, es a lo que se dedico durante su corta pero fructífera vida literaria, la tristemente fallecida Dulce Chacon. Siempre nos quedará la duda de hasta donde hubiera llegado literariamente. Pero eso es ya otra historia.

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