martes, 25 de octubre de 2011

“Cine, cine, cine, más cine, por favor….”.


Hoy, va de cine. Blade Runner o ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?. Dos iconos de nuestro tiempo reciente y remoto. La película, de la que ya se han cumplido veinticinco años, y la novelle de Philip K. Dick, verdadero autor de la idea original, al igual que Arthur C. Clarke lo es de 2001 una Odisea en el espacio, de Stanley Kubrick, por ejemplo, con su relato “El centinela”. Pero hay “algo” que ha conseguido trascender en Blade Runner a la categoría de mito universal, de verdadero icono cinematográfico del siglo XX. Han ayudado, como no, los actores, Harrison Ford en uno de sus mejores y mas memorables interpretaciones, junto a Sean Young y Rutger Hauer. Ha ayudado la atmosfera del film, adaptando los comics manga japoneses, y ha ayudado la sensación de eterno y permanente desasosiego que produce la película. Pero sobretodo, la idea de la reinvención del mito de Frankenstein, la duda razonable sobre si Rick (Harrison) es un replicante), el eterno retorno que todo lo envuelve. Blade Runner no se puede analizar y contar en 200 palabras. Harían falta muchos visionados para entenderla, quizás para comprender los diferentes puntos de vista de los protagonistas. Y solo entonces podríamos decir que es posible que los replicantes sean más humanos que los humanos. Sorprendentes historias sobre famosos, travestidos, drogadictos, fetichistas…, y todos ellos son directores de cine de gran prestigio. Esta es la contraportada de uno de los libros de cine más escandalosos, indecentes y atrevidos que se han escrito en los últimos años.

Vidas secretas de los grandes directores de cine (Editorial Oceano) muestra ese lado oscuro de los mismos, cuando aun eran jóvenes y vulnerables: un Luis Buñuel aficionado al sexo en grupo, a un Charles Chaplin “asaltacunas” obsesionado por las lolitas de dieciséis años, a Frank Capra de quien se desconocía sus veleidades con el fascismo de Mussolini y el franquismo, Spielberg y su síndrome de Asperberg, Kubrick y su complejo de Napoleón………Y es que si el ser humano por definición es un Voyeur (sobremanera cuando va a una sala de cine) que decir de un director de cine cuando se pone detrás de una cámara y suelta aquello de…. ¡Cámara, acción….!.

“Cine, cine, cine, más cine, por favor….”. Cantaba Luis Eduardo Aute en los años ochenta. He de reconocer que nunca sabre si me aficioné al cine gracias a los temas de Aute o a Aute gracias al cine….. Pero lo cierto es que durante los años setenta y ochenta sobremanera acudía una media de tres, cuatro veces por semana a las Salas de mi ciudad. Así pude visionar toda la filmografía de Godard, Pasolini, Fellini, Visconti, Bertolucci, Truffaut, Hitchcock, Houston, Ford, Pekimpack…. Sin embargo, si que es cierto que no pocas veces he soñado, hemos soñado con los finales de las películas. ¿Quién no recuerda a Thelma y Louise volando sobre el Gran cañón del Colorado en busca de la libertad eterna?, o ¿aquella despedida en el aeropuerto de Casablanca de “siempre nos quedará Paris” que con el tiempo hemos terminado por incluirla dentro de nuestro acervo cultural?. ¿A quién no le ha caido cual replicante, una lagrima como a Rutger Hauger en el final de Blader Runner?. Finales de cine. 77 películas para recordar constituye un recorrido evocador y lleno de amor hacia el séptimo arte de dos cinéfilos a través de algunos de los títulos más significativos de la historia del cine…. Pero curiosamente, los ejemplos que yo he puesto, no figuran en el mismo. “Cine, cine, cine, más cine, por favor….”.