Eran relatos deslumbrantes, de desasosiegos y penumbras, en donde lo onírico, lo mágico, y lo conceptual nos recordaban al mejor Allan Poe posible, nos remontaban a Chesterton, o nos imbuían de toda una pléyade de ímcubos y demiurgos cercanos a nuestras propias fantasías. Aquel libro de relatos, que aún conservo con cariño habría de marcar a mi juicio un antes y un después dentro de la literatura fantástica española, porque si bien estábamos ante una autora ya no tan joven, (por aquel entonces contaba con treinta y cinco años), no cabía ninguna duda de que sus referentes mas cercanos no podían ser otros que los que ella misma había sido capaz de aglutinar en su memoria.
A aquel primer libro de relatos, titulado "Mi hermana Elba", le siguió posteriormente "Los altillos de Brumal", que leí con la avidez de la curiosidad, sensación que paulatinamente fue dejando paso a la admiración. Pero lamentablemente, no era Cubas una autora que se prodigara en exceso, y sus libros aparecían con cuentagotas. Llegaron con el tiempo así "El año de Gracia", su primera obra larga de extensión, que no de contenido, "El ángulo del horror" y "Con Aghata en Estambul", dos nuevos volúmenes de relatos cortos, tan desbordantes de imaginación como sus predecesores, y "El columpio", a mi juicio, una de las mas fascinantes novelas cortas que halla podido dar la literatura española en los últimos veinte años, que no son pocas. Y nuevamente, el silencio.
Confieso por ello, que a la mitómana alegría de una próxima publicación, se le unió un cierto desconcierto al comprobar que ni se trataba de un libro de relatos, ni de una novela. Cristina Fernández Cubas había decidido adentrarse en los vericuetos terrenos del teatro, con todo lo que de dificultad trae consigo. Pues si bien, pudiera parecer un género aparentemente asequible, observación que pudiera extenderse a la poesía, se trata sin lugar a dudas de uno de los más complejos por cuanto el autor se vé en la obligación de dominar elementos ajenos a los habituales en la creación literaria, como el tiempo y el espacio en el que se desarrolla la acción.
Leí por tanto, "Hermanas de sangre", con el temor adolescente a recibir un desengaño, y entre bambalinas he de confesar que no sólo no me defraudó, sino que mi admiración por Cristina se vió un tanto acrecentada.
La historia, engancha desde el principio: Siete amigas, pertenecientes en su infancia mientras coincidieron en un Internado a un extraño club que respondía al sobrenombre de "Las tarántulas", reciben, cerca de los cuarenta años, en plena madurez profesional, y hasta sexual, algo que se encuentra implícito desde la primera escena, una curiosa citación para celebrar una comida de hermandad, durante el transcurso de la cual, visionaran una vieja película en la que unas niñas, ellas mismas con treinta y cuatro años menos, habrían de reescribir su futuro con sangre. Aparentemente, hasta ahí, todo transcurre con normalidad. Las cosas comienzan a torcerse, cuando a medida que transcurre la obra, afloran desde diferentes ángulos sus propios fantasmas, sus temores más recónditos, y ... un secreto, un trágico suceso que las había mantenido unidas inconscientemente durante toda su vida, hermanadas en la tragedia, y que como si de un fichero oculto de un disco duro, o de un virus informático se tratase, reaparece ahora con fuerza removiendo la memoria colectiva y las conciencias de sus poseedoras, y retrotrayéndolas a un tiempo y a un espacio en el que todo resultaba mucho mas sencillo, porque todo quedaba registrado en los viejos anuarios del Internado. "Aquel año no hubo boletín. Ni fotos. Ni resumen del Curso anterior" (Pag. 74). "...Borraron todo un año del calendario" (Pag 75). Lo que había comenzado como una reunión de viejas amigas, cada una con su singularidad ateniéndose a la posición social que ocupan en ese momento, se convierte lentamente en una reunión en la que afloran sus rencores, sus envidias y sus frustraciones, imprimiendo de tal forma un giro vertiginoso a una noche iniciada treinta y cuatro años atrás, y convirtiéndola en una catarsis colectiva de incierto final, configurando con todo ello una obra de teatro digna, que hubiera perdido mucho de su fuerza interior si se hubiera concebido como novela o como relato corto.
Cierto es que toda la obra narrativa de Cristina Fernández Cubas adolece de un esquema narrativo similar, con idéntico hilo conductor. Y no menos cierto resulta el que sea una autora de difícil encasillamiento, que nunca gustó de los laureles del triunfo escénico, si por tales laureles entendemos los diferentes premios que jalonan nuestra "piel de toro". Sin remontarse mucho mas atrás, la novela "El columpio" encerraba entre sus páginas un perturbador secreto tan bien guardado como bien desarrollado, y posiblemente hubiera sido llamada, si se lo hubiera propuesto, a mayores éxitos de los conseguidos. Y algo parecido ocurre con su "Hermanas de sangre", en donde el secreto se nos presenta con toda la verosimilitud propia de quien ha conseguido dominar como pocos los resortes de la literatura fantástica, esté esta escrita en forma de novela, relato corto, u obra de teatro. Pero lo más probable, es que tengamos que esperar a su bautismo escénico, si es que se produce algún día, para valorarla en toda su extensión.
© Luis García
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