En busca de Klingsor, novela ganadora del Premio de Biblioteca Breve, toma como excusa uno de
los sucesos más importantes y menos divulgados de nuestro siglo: El intento de
acabar con la vida de Adolfo Hitler, y el posterior golpe de estado que se
había planeado en el supuesto de que el atentado no resultase fallido. Y para
ello, Volpi, que se sirve tanto de personajes de ficción como históricos,
utiliza a su vez como contrapunto a lo que en principio parece una novela de
espionaje, una acertada y documentada incursión en la historia del proyecto
alemán de fabricación de la bomba atómica. Con una perspectiva histórica
ciertamente encomiable, Volpi va tejiendo lentamente a través de sus 550
páginas toda una tela de araña que sólo nos puede llevar a una conclusión: no
existe un Klingsor, nombre en clave tras el que se esconde supuestamente el
verdadero cerebro alemán encargado del proyecto secreto, sino miles. Ya que da
exactamente igual que Klingsor hable alemán o inglés, que este desarrollando el
Proyecto Manhattan o el alemán. Ambos no son sino víctimas de sus propias
contradicciones. Todo un acierto, el de Alfaguara, el de reeditar el que
posiblemente haya sido uno de los mejores Biblioteca Breves de su nueva era. Y
es que En
busca de Klingsor es una novela
que entretiene de principio a fin, sobretodo por lo atrayente de lo que en ella
se nos narra. Una obra que en ningún momento nos deja indiferentes, ya que por
encima de todo planea un trasfondo filosófico, la inevitable lucha del bien
contra el mal, que lleva a cuestionarnos las implicaciones que la ciencia
adopta para con nuestra propia vida.
En el año 1940, Silvina Ocampo, Adolfo Bioy Casares y Jorge
Luis Borges, entregaron a la imprenta uno de esos libros llamados a ser de
“culto” los años venideros: "Antología de la Literatura fantástica".
Editada por Edhasa, satisfacía una carencia que aún me atrevo a decir continúa
hoy en día. La de la compilación de la tradición oral fantástica universal. En
los años ochenta, Borges en colaboración con el editor italiano Franco Maria
Ricci, prologaría y seleccionaría treinta volúmenes de literatura fantástica que
se habrían de editar en castellano, francés, italiano y alemán en un mismo
formato. Había nacido la mítica Biblioteca
de Babel, y en ella tuvieron cabida otros tantos autores de la literatura
fantástica universal. Muchos descubrimos por primera vez el verdadero valor de
dicha literatura. Ahora, Atalanta,
heredera de quien entonces editara dicha antológica colección, publica la
"Antología Universal del Relato Fantástico". El editor,
Jacobo Siruela, y en dicho volumen volvemos a encontrarnos a viejos conocidos:
Edgard Allan Poe, Ambrose Bierce, Giovanni Papini, Saki, Lovecraft, Gustav
Meyrink, el propio Borges, Julio Cortázar o, quien para mi gusto, pasa por ser
la mejor escritora de literatura fantástica contemporánea española. Cristina
Fernández Cubas. Y una vez más, no he podido evitar la tentación de recordar
cuando me encontré con dicha literatura. Y es que, como dice en el prólogo, “la
literatura fantástica es mucho mas que un mero género literario, debido a su
vasto abanico de temas, complejidad narrativa y continuidad en el tiempo”.
¿Novela gráfica o cómic? Posiblemente si le
preguntan por dicha dicotomía a un hombre como Forges, le contestaría con una
de sus múltiples “viñetas”. Perfectamente con la de la portada de su
recopilatorio El libro de los 50 años de Forges. Porque todas y cada una de
sus tiras, de sus “bocadillos” y dibujos son una pequeña “novela” en si misma.
Un homenaje a la España más profunda desde que Antonio Fraguas comenzara a
mostrarse en sociedad en 1964. La España profunda, la del extraperlo, la de las
carencias alimenticias y energéticas, la de los fusilamientos, la de las
inauguraciones de pantanos, la de ese sol que nunca se ocultaba, la de las
siete plagas, la masonería y el comunismo…. Nada pasa desapercibido en estos 50
años ante la aguda mirada de quien se siente privilegiado observador de la vida
y la desdicha diaria de los españoles. Y quien se lo iba a decir. Ahora que tan
en auge están las cuentas bancarias en Suiza, volvemos a recordar aquella
colaboración musical que hiciera Luis Eduardo Aute, “Ay Suiza Patria Querida”, en un disco en el que colaborara en propio
Forges. Todo un visionario