lunes, 2 de mayo de 2011

Dos libros curiosos


Recupera la Editorial Lengua de Trapo dentro de la celebración del quince aniversario de LdT, uno de sus títulos más emblemáticos, la novela Sangre a borbotones, firmada por el entonces desconocido autor Rafael Reig, y amparada entre otras cosas por la cualidad de haber sabido ir ganándose un hueco dentro del panorama literario en curso. Conviene decir que estábamos ante una de las mayores, si no mejores, cosechas literarias de los últimos tiempos, por lo que desde el principio Sangre a borbotones estaba llamada a pasar desapercibida. Pero el tiempo, los buenos oficios del escritor y de la obra, y los piropos que algunos de sus colegas le dedicaran por ejemplo en la edición de la Semana Negra de Gijón del año 2002, obraron el milagro. Básicamente la novela es aparentemente sencilla y hasta lineal. En un Madrid irreconocible en el que El Paseo de la Castellana se configura como una de las principales vías de comunicación... marítimas, en un país en el que el Partido Comunista acaba de ganar las elecciones, en definitiva, en un contexto tan inverosímil como irreconocible, el detective Carlos Clot se enfrenta a los que posiblemente habrán de ser los tres casos más importantes de su carrera: la aparente infidelidad de la mujer de un empleado municipal, la huida de la supuesta hija adolescente, y aparentemente drogadicta, de un desesperado padre con pinta de maniquí de tercera generación, y la también desaparición -metanovela pura y dura - de la protagonista de la novela, Sangre a borbotones se titula, de un autor de tercera fila, que en un momento dado decide cobrar vida al margen de su creador. Mezcla de novela negra y de ciencia ficción y con un espectacular arranque de por sí tan disparatado como las 170 páginas siguientes, una cosa es cierta: Aunque en algunos momentos sufra altibajos narrativos y los árboles no dejen ver el bosque, no deja a nadie indiferente.
Por otra parte, pertenezco a una generación, que como Esther Tusquets, tiene o mantiene la celebre costumbre de ceder el asiento en el autobús a los inválidos, ancianos y mujeres embarazadas, que acostumbra a ser puntual en sus citas y acudir a las mismas con el dinero suficiente para que nadie te llame gorrón o te saque los colores, que procura ser discreto ante la presencia de uno de esos maravillosos buffets de barra libre con los que solemos soñar a menudo, que se adapta al calor cuando hace frío, y al frío cuando hace calor, todo sea para no perturbar al resto de los mortales, todo sea por no dar la nota, que se vuelve invisible en una esquina de un café a la espera de que el solicito camarero te vea y te atienda, que se ha sentido engañado, estafado en mas de una ocasión por taxistas, médicos, supuestos amigos, compañeros de trabajo sindicalistas, políticos, y nuevamente taxistas, médicos, amigos….., que aún llegando a perder buena parte de la fe en el ser humano continua confiando en el….. Pero no teman. Todo se pasa. La lectura de Pequeños delitos abominables (Ediciones B) es, a pesar de su autora, de nosotros mismos, reconfortante. Y al cierre del libro, la mala educación y cuantos epítetos sean achacables a mi generación, habrán sido un espejismo. Y al cierre del libro, la mala educación y cuantos epítetos sean achacables a mi generación, habrán sido un espejismo. Cierra el libro una propuesta de decálogo que no tiene desperdicio, que comienza: Capítulo 1.- Dado que amar al prójimo como a ti mismo resulta complicado, bastará que procures llevarte con él lo mejor posible. En fin.