domingo, 22 de marzo de 2009

Reseña Aunque seamos malditas de Eugenia Rico


Eugenia Rico

Suma de Letras, Madrid, 2008. 400 pp. 18 €Luis García Eugenia Rico es un valor seguro. Literario, como no. Y Aunque seamos malditas, su reciente novela, está llamada a conformar ese necesario fondo de armario que todo lector exigente precisa. La historia se desarrolla en un inhóspito territorio irreconocible pero con guiños a la Asturias profunda, la de nuestros ancestros, un mundo en el que el tiempo parece haberse detenido. Mágica donde las haya, nos envuelve desde el comienzo en un halo de misterio, en un triangulo del que parecen no poder salir ni Ainur, ni Selena, las dos protagonistas principales. Dos voces para un mismo personaje. Dos voces que se reencuentran con idéntico estigma pero con un margen de siglos. Una única persona que sufre el mismo desprecio.La historia, que es caprichosa, tiene la virtud de repetirse, y las personas, que somos crueles, de ser la mano ejecutora de dicha virtud. Porque Ainur y Selena son la misma persona pero viviendo la misma tragedia desde sus respectivos orígenes. «Antes preferiría ser la hija del Diablo» dicen Selena y Ainur con cuatro siglos de diferencia. Dos mujeres odiadas y envidiadas por la misma razón. Dos mujeres que son una.La novela esta plagada de referencias y frases que la justifican por si sola. «Cuando se tiene dinero (dice Ainur) el dinero es como un colchón de plumas. No cambia la realidad, la acolcha». (Pag. 36). Y es que el dinero «no puede borrar los recuerdos». Unos recuerdos que la arrastran desde su Barcelona adoptiva, el acoso laboral y sexual, los repetidos insultos (bruja, bruja….) hasta su Asturias natal, esa aldea mágica en la que nació y creció y fue perseguida Selena, su doble, su abuela, ella misma.El paralelismo entre Selena y Ainur no acaba aquí. En los aquelarres, la víctima era extendida desnuda sobre el ara de piedra para satisfacción de los sacerdotes, y desnuda, era poseída y torturada cruelmente. Ainur, por su parte, es acusada de haber propiciado una orgia en su oficina y de haber satisfecho los mas bajos instintos de sus compañeros, después (o antes, que mas da) de haber sufrido un intento de violación por parte de su jefe. Y digo que da igual, después o antes, porque Ainur, como Selena ya era una violada y ultrajada en vida, ya era una bruja. Ambas estaban malditas, y lo sabían.Uno de los personajes más enigmáticos de la novela, pero a la vez más entrañables, es el farero, que intenta con su luz alumbrar el camino a ambas, que a su vez también se ha visto injustamente condenado por una sociedad cruel. El farero resulta imprescindible porque como ellas, también fue quemado en la hoguera. Por eso se entienden tan bien, por eso Ainur se oculta en su regazo. Por eso.La novela avanza fragmentariamente, algo que no debe extrañar a los lectores de Eugenia Rico (resulta interesante que la propia autora se convierta en personaje colateral del libro) y lo mas importante, la historia nos envuelve como lo hicieron en su momento las novelas de las hermanas Brontë, las mágicas historias de aquellos que supieron darle cuerpo de verosimilitud y realidad a territorios mágicos como Rulfo, Faulkner o Luis Mateo Díez, y nos recuerda a poco que nos fijemos que por encima de la denuncia social imperante, por encima de aquellas falsas acusaciones que todos podemos sufrir en algún momento de nuestras vidas, se encuentra la verdad, y como no, una escritora valiente, de raza, capaz de entender la literatura como pocos autores en este país.No estoy de acuerdo con quien dice que Aunque seamos malditas es una novela oscura. Todo lo contrario. Creo que es una obra en la que impera la luz, una luz mágica que alumbra a Selena, a Ainur, al farero, a Casilda, a Consuelo, a Eugenia... Una gran novela para unos tiempos de crisis e indecisión.

Entrevista a Carlos Vitale


Entrevista a Carlos Vitale.

Si existe un género literario especialmente maltratado por la historia, sin duda alguna es el relato hiperbreve. Posiblemente decir que es un género maltratado sea excesivo. No en vano la literatura del siglo XIX y comienzos del XX nos ha deparado grandes cuentistas, maestros del relato corto. Y por encima de cualquier otro continente, el hispanoamericano se lleva la palma. ¿Habrá alguien que no haya leído los relatos hiperbreves de Arreola, Monterroso o Torri? ¿Y de Carlos Vitale? De los primeros, van a permitirme la licencia de ponerlo en duda. Del último... Para eso estamos aquí, porque incluso para mí, descubrir a Carlos Vitale y su Descortesía del suicida (1997; tercera edición ampliada: Editorial Candaya, Canet de Mar, 2008) fue tan agradable como en su día leer el relato del dinosaurio. Ahora Carlos Vitale presenta un nuevo registro, Unidad de lugar, un volumen en el que convergen cuatro libros de poesía editados con anterioridad, Códigos, Noción de realidad, Confabulaciones y Autorretratos.

Luis García.- Carlos Vitale, un nombre sin duda a tener en cuenta y a seguir en los próximos años. Y sin embargo, no es ni mucho menos un neófito en esto de la literatura. ¿Cuándo nace Carlos Vitale literariamente?

Carlos Vitale.- Gracias por tus palabras. Pero ante todo permíteme que ponga en duda tu licencia de no poner en duda el conocimiento en España de los relatos de Juan José Arreola y Julio Torri. No me parece que sus textos sean precisamente best-sellers por estos lares. Es más, por desgracia, creo que son dos autores prácticamente desconocidos por el común de los lectores. No hablo, claro, de la gente del oficio o de los amantes del relato hiperbreve. Augusto Monterroso, en cambio, está viviendo una época de gloria en cuanto a la difusión de su obra. Dicho de otra manera, está alcanzando, al fin, la difusión que su obra merece. En lo que a mí respecta, como casi todo el mundo comencé a escribir en la adolescencia, pero mi primera publicación "seria" se remonta a 1981: el libro de poemas Códigos, luego recogido en Unidad de lugar (Editorial Candaya, Canet de Mar, 2004).

L.G.- Cultivas por igual poesía y relato. ¿En donde te sientes más a gusto?

C.V.- La verdad es que me siento igual de a gusto, o a disgusto, en la poesía y en el relato. Si tengo que serte sincero, para mí Descortesía del suicida no es exactamente, o no es solamente, un libro de relatos. Más bien lo veo como una "ensaladilla rusa" o, si quieres que te lo diga de una manera más académica, una "miscelánea", en la que se mezclan los relatos propiamente dichos con otros textos: anécdotas, chistes, aforismos y poemas breves que podrían tener perfecta cabida en un libro de poesía.

L.G.- Personalmente me inclino más por el Carlos Vitale narrador, que por el poeta. ¿Cómo fue tu introducción en el relato hiperbreve?

C.V.- Sobre eso no puedo opinar. Como comprenderás, a mí me resulta demasiado arduo separar al narrador del poeta. Yo me siento, muchas veces, en una situación "fronteriza" entre los dos géneros. Para hablar de mi iniciación en el relato hiperbreve es inevitable recordar que nací en Argentina (Buenos Aires, 1953), donde hay verdaderos maestros en esta especialidad, bastará mencionar a Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares y Julio Cortázar. Por otra parte, tampoco puedo soslayar la importancia que tuvo para mí la lectura de la revista mexicana El Cuento, que dirigía el escritor Edmundo Valadés y que yo recibía regularmente en Buenos Aires, a principios de los años setenta. Precisamente en ella, hace ya más de treinta años, leí por primera vez a Augusto Monterroso. En cada número, El cuento organizaba un concurso de relato hiperbreve.

L.G.- Mantengo cierta vinculación con la asociación cultural Círculo Cultural Faroni , que entre otras actividades se dedica a pregonar y potenciar las excelencias del género hiperbreve, con Certamen Literario incluido. ¿Crees que se puede hablar de género en dicho campo? ¿Sería correcto?

C.V.- No lo sé. Yo siempre me he limitado a practicar el relato hiperbreve, nunca he teorizado sobre el tema. Ignoro si este tipo de relato puede considerarse un género en sí mismo. Por otra parte, no es una cuestión que me preocupe en exceso. No tiene demasiado interés perderse en disquisiciones bizantinas. Lo único que vale la pena es tratar de escribir lo mejor posible.

L.G.- Descortesía del suicida reúne 99 relatos escritos en diferentes años. ¿Tienen algún nexo en común?

C.V.- No. O por lo menos yo no lo veo. Aparte del hecho de haber sido escritos por la misma persona: una persona que, a lo largo de los 21 años que abarca el libro, ha pasado por distintas experiencias que, de un modo u otro, es lógico que se hayan visto reflejadas en él.

L.G.- ¿Es difícil vivir y escribir relato hiperbreve a la estela de Augusto Monterroso, Juan José Arreola o Julio Torri?

C.V.- No sé qué entiendes por "vivir y escribir relato hiperbreve". En cualquier caso, vivir ya es de por sí bastante difícil, al margen del relato hiperbreve. ¡Y vivir del relato hiperbreve ya no es que sea difícil, es que es imposible! Hablando en serio, escribir relato hiperbreve es extremadamente complicado, porque requiere un enorme poder de concentración. A diferencia de lo que ocurre con una novela o un relato más extenso, no hay sitio para los "espacios vacíos" o las "bajadas de tensión", todo debe ser significativo, como en un poema.

L.G.- Y sin embargo son cada vez más los autores que caen digamos... en sus redes, aunque bien es cierto que a menudo disfrazados de aforismos...

C.V.- Tienes toda la razón. Hay autores que parecen pensar que el aforismo tiene un "prestigio" del que carece el relato hiperbreve. Como si hiciera falta más prestigio del que le dan nombres como Borges o Monterroso. O, saliendo del mundo de habla hispánica, Robert Walser, Franz Kafka o Thomas Bernhard, de quienes hay excelentes traducciones al castellano. Y que quede claro que no tengo nada en contra del aforismo.

L.G.- ¿Cuándo sentiste la necesidad de ahondar en dicho género?

C.V.- Nunca he sentido la necesidad de ahondar o de dejar de ahondar en este género. Como te decía antes, me he limitado a practicarlo, con algunos intervalos, desde hace muchísimos años.

L.G.- Personalmente me parece uno de los más difíciles y complejos. Aunar tanta literatura en sólo unas líneas... ¿Qué método sigues, si sigue algún método?

C.V.- No, no tengo ningún método o receta para escribir. En cuanto a que es de los géneros más difíciles y complejos, sólo puedo corroborar, una vez más, tu opinión.

L.G.- Ahondando en lo anterior... ¿qué diferencias encuentras entre el aforismo y el relato hiperbreve, tan cerca, pero tan lejos?

C.V.- El relato hiperbreve cuenta siempre una historia, en poquísimas palabras. Una historia que, como en el famosísimo "dinosaurio" de Monterroso, podría ser desarrollada y alargada. Aunque muy probablemente perdería todo su encanto. El aforismo tiene más que ver con la reflexión filosófica o con la poesía. De todos modos, debo repetirte que no me considero un teórico en la materia.

L.G.- ¿Por qué los escritores sudamericanos son tan dados a dicho género? Mejor dicho, ¿a qué crees debido que estén tan dotados? ¿Y los argentinos en particular?

C.V.- El hecho de que estén tan bien dotados no es ajeno a una tradición centenaria. En América Latina, quien se acerca la literatura no puede evitar, consciente o inconscientemente, influencias tan fuertes como las de Borges o Cortázar. Mientras en España se despreciaba o subestimaba no sólo el relato hiperbreve sino el cuento en general, en Argentina se escribían textos memorables como "Borges y yo", de Borges, o "Continuidad de los parques", de Cortázar. Asimismo no es casual que Max Aub, en los años cincuenta, haya escrito y publicado en México su extraordinario Crímenes ejemplares.

L.G.- ¿No está la génesis del relato hiperbreve en la tradición oral?

C.V.- Es muy probable. De hecho, muchos de los relatos breves y brevísimos recopilados por Jean-Claude Carrière en su libro El círculo de los mentirosos pertenecen a la tradición oral de todo el mundo.

L.G.- Por último, ¿qué estás preparando en estos momentos? ¿Tendremos pronto nuevo libro de relatos hiperbreves?

C.V. Sigo en ello. De hecho, la reedición que ahora publica la Editorial Candaya consta de 99 textos, en vez de los 60 de la primera edición y de los 75 de la segunda, agotada hace varios años..

L.G.- ¿Qué es Unidad de lugar, su último libro, en esta ocasión de poemas, publicado por la Editorial Candaya?

C.V.- Unidad de lugar es un volumen en el que convergen cuatro libros editados con anterioridad (Códigos, Noción de realidad, Confabulaciones y Autorretratos). No obstante, a mi parecer, la recopilación no es el aspecto más importante, sino el hecho de intentar subrayar el deseo de escribir un solo corpus poético, siempre bajo el mismo título, que vaya creciendo en el curso del tiempo.

L.G.- Poemas cortos, casi minimalistas y en ocasiones rozando el haiku... ¿Le atrae especialmente esta disciplina?

C.V.- No es que me atraiga especialmente escribir poemas breves, como dices, casi minimalistas, es sencillamente que no sé hacer otra cosa. Mi estilo escapa de mi voluntad.

L.G.- Su poesía pena de ser demasiado conceptual, algo muy en boga actualmente.... ¿qué poetas sigue especialmente?

C.V.- Con franqueza, ignoro si mi poesía es o no demasiado conceptual, dejo el juicio en tus manos y en las de los lectores, pero de lo que sí estoy seguro es de que la poesía “conceptual” no es precisamente lo que está más en boga en este momento, en particular en España, donde, para lo bueno y para lo malo, es claramente hegemónica la “poesía de la experiencia”. Son muchos los poetas a los que leo con interés, pero si tuviera que escoger a algunos señalaría, entre los poetas españoles actuales, a Antonio Gamoneda, Félix Grande y Diego Jesús Jiménez.

L.G.- El libro está salpicado de citas de otros poetas... Pizarnik, Baudelaire, Kavafis... ¿un homenaje a sus referentes poéticos?

C.V.- La función de las citas es acompañar mis poemas con algunas palabras de poetas o escritores a los que admiro, aunque en ocasiones más que acompañarlos parece que los contradijeran. Pero ahí está la gracia.

L.G.- ¿Vivimos buenos tiempos para la lírica?
C.V.- ¿Cuándo fueron buenos tiempos para la lírica?